Aportando valor social a la estancia en los hospitales

Actualmente nuestro país se encuentra inmerso en una transformación demográfica, no al mimo ritmo en función de la geografía nacional, que nos orienta hacia una realidad en la que las personas de media edad y los ancianos van ocupando un espacio predominante en nuestra realidad. Hemos hablado mucho de lo que eso significa a nivel de complejidad y a nivel de la cronicidad y como la asistencia deberá reorientarse hacia el domicilio del ciudadano, en lugar de aumentar las estancias en centros de agudos.

Hoy me gustaría realizar una reflexión acerca de una realidad presente en nuestras instituciones sanitarias, especialmente, aunque no en el 100% de los casos, con las personas mayores. La gerontología es la ciencia que estudia todos los aspectos relacionados con el envejecimiento de una población, desde una visión integral y sin olvidar las dimensiones sociales, económicas y culturales.

Especialmente me interesa reflexionar ahora mismo sobre la dimensión social, como un factor determinante en las relaciones del anciano hasta el mismo final de su vida. Esa dimensión social es amplia y tiene que ver con aspectos como el medio en el que vive, la situación en la que se encuentra en su domicilio, pero especialmente las personas que tiene a su alrededor y le acompañan durante el transcurso de la última de las etapas vitales.

“Gran Soledad, permitiéndome ponerlo en mayúsculas porque el núcleo familiar hace tiempo que cambió, teniendo a los hijos emancipados y habiendo constituido ya sus propias familias”

Dentro de este grupo de personas, normalmente está el cónyuge, la familia, las amistades e incluso los servicios que aporta la comunidad para garantizar la cobertura de un espectro a veces olvidado desde la óptica puramente biomédica: el acompañamiento durante una etapa de gran soledad. Y digo Gran Soledad, permitiéndome ponerlo en mayúsculas porque el núcleo familiar hace tiempo que cambió, teniendo a los hijos emancipados y habiendo constituido ya sus propias familias. Las amistades han disminuido enormemente, por distanciamiento, por fallecimiento progresivo de los mismos o simplemente por haberse vuelto más difícil contactar con todos ellos.

“Hoy en día, existen numerosas personas que pasan un tiempo muy elevado solos en sus domicilios y que cuando ingresan en los centros sanitarios, se pasan gran parte del día sin visitas familiares o de amigos”

Esta etapa de Gran Soledad, especialmente llamativa por lo subclínicamente que se vive hoy en día y por lo difícil de cuantificar y poner en valor, solamente focalizada en momentos de presencia de enfermedad o aumento de dependencia del anciano. Es difícil generalizar, tampoco sería justo ni correcto afirmar que es una realidad uniforme, pero en este grupo poblacional, hoy en día, existen numerosas personas que pasan un tiempo muy elevado solos en sus domicilios y que cuando ingresan en los centros sanitarios, se pasan gran parte del día sin visitas familiares o de amigos. Sin entrar en las causas de las mismas, y sin banalizar los hechos causantes que lo motivan, la realidad supera por la vía de los hechos cualquier previsión razonada del problema.

Somo buenos diagnosticando, somos excelentes planificando cuidados y somos magníficos realizando una valoración integral del enfermo en la que se identifica que están solos. Solos un día, dos días, 4 días o siete días. Solos en una dimensión diferente, pero solos en algún momento. Personas que en determinadas ocasiones necesitan una simple conversación de más de 90 segundos con un interlocutor que quiera escuchar todo lo que hoy los ha convertido en la persona que son. Una vida llena de recuerdos, de matices y colores, de olores y sentimientos y de retos y caídas. Cromáticamente, estos colores están más cerca del arcoíris de lo social que de lo sanitario, pero durante su proceso agudo aterrizan en un medio altamente tecnificado y científicamente estructurado de tal manera que los procesos encajan tan germánicamente que tener más de 5 minutos para conversar (de algo no estrictamente sanitario) se convierte en una utopía más propia de las novelas de Julio Verne. Admitámoslo no como un fracaso sino como una gran oportunidad. Oportunidad porque existe una demanda clara, como ya he explicado antes, pero también una oferta cada vez más visible, de calidad y amable.

Hay que poner en valor todo el inconmensurable trabajo que, un gran número de asociaciones, están realizando a través del voluntariado en los centros sanitarios

Las asociaciones de pacientes, otra también sin animo de lucro, ofrecen programas de voluntariado social con una calidad humana tan maravillosa que es difícil que un gestor sanitario pueda decirles que no. Es difícil que no podamos abrirles las puertas de nuestra casa, arroparles, darles gracias infinitas y hacerles partícipes de esa esfera tan necesitada: la esfera de lo social. Su presencia en los centros ayuda y lo hace no en el sentido de fuerza laboral, puesto que no han de ser entendidos de esta manera, sino como fuerza de cambio humana. Transformadora de realidades a través de armas como la sonrisa, el depósito de una mano en un hombro, el de la escucha activa o la mirada amable.

Hoy no tengo sino que poner en valor todo el inconmensurable trabajo que, un gran número de asociaciones, están realizando a través del voluntariado en los centros sanitarios. Soy especialmente sensible a esta realidad con motivo de mi especialidad, la enfermería geriátrica, y como gestor sanitario, consciente además de la cada vez más importante y necesaria transformación social que tentemos que sufrir todos, no solamente las estructuras arquitectónicas que constituyen los hospitales o los centros de salud. El termino sociosanitario está aquí para quedarse y posiblemente tengamos que equilibrar las fuerzas para que lo social adquiera cada vez más protagonismo en un mundo que debe girar en torno a la persona, con políticas de humanización claras y con un enfoque hacia el individuo, ya sea profesional o persona con problemas de salud.

Gracias a los que cada día sacáis una sonrisa a un mayor hospitalizado y conseguís repartir tanto cariño a nuestros ancianos.
..Carlos Peña

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