Los datos que se conocen del consumo de opiáceos no pueden ser más desalentadores; según información procedente de la propia Casa Blanca. La crisis que está produciendo el consumo incontrolado de este tipo de productos para mitigar los dolores generales del cuerpo ha superado el límite en el aspecto sanitario y, por derivación, en el social y laboral.
Según las primeras informaciones, en solo un año se ha gastado por este cauce un importe superior a 500.000 millones de dólares (50% del PIB español). Son datos públicos que están a disposición de cualquiera.
Además, se suma una alarmante cifra de disminución de la actividad laboral por este concepto, constituyendo un problema que golpea la actividad laboral del país desde hace varios años, dándose la circunstancia de que casi la mitad de las personas que no buscan empleo se medican a diario con este tipo de productos sin ningún control médico. El tema lo ha sacado a la luz con toda su crudeza, Alan Krueger, Presidente del Consejo Económico de Estados Unidos.
Entre estos productos se encuentra tanto el Fentanilo como otros similares, llegando pronto de esta forma en la mayoría de los casos a la heroína. Entre las zonas geográficas de mayor influencia y adición está Ohio, donde se ha llegado a tal extremo que las empresas afectadas han tomado ya la determinación de expulsar de su plantilla a cuantos trabajadores, que con mayor o menor intensidad, lo consumen.
Efectivos y adictivos
Aunque actúan eficientemente para bloquear los receptores nerviosos del dolor en el cerebro, su uso continuo y abuso pueden crear una dependencia y sintomatología de abstinencia. Alton Banks, el niño de 10 años que murió por una sobredosis de Fentanilo, se convirtió en una de las víctimas más jóvenes de la crisis de opiáceos de Estados Unidos.
Un nuevo informe preparado por una comisión de expertos de la salud de todo el mundo, publicado en la revista Lancet encontró que en muchos países en vías de desarrollo mantienen suministros muy limitados de Fentanilo y similares. .La escasez significa menos cuidados paliativos para los millones de pacientes que, en el mundo, se enfrentan a un dolor crónico y pasan los últimos días de sus vidas en agonía.
De momento, el consumo en España no tiene niveles comparables con Estados Unidos
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