..Dr. José López Ortega
La OMS, fiel a su política de llamar la atención de los problemas sanitarios basándose en fuentes objetivas, como el reciente estudio realizado por la Universidad de Helsinki, que avala otros anteriores como el de la de York en el Reino Unido, acaba de dar a conocer un dato tan preocupante como significativo: la soledad o el aislamiento social, más patente en las personas mayores, puede incrementar hasta en un 30% la posibilidad de sufrir un ictus o cualquier otro episodio clínico englobado en el concepto de la cardiopatía isquémica.
Una prueba más de que las enfermedades cardiovasculares son, hoy por hoy, la principal causa de mortalidad en el mundo, unidos a otras circunstancias tan persistentes y difíciles de erradicar como el tabaquismo o el alcoholismo. De ahí la importancia de prestarle una atención preferente a estas cuestiones sin excepción.
La soledad, que afecta preferentemente a las personas mayores que, como remedio, suelen vivir enganchadas o pegadas al “recetismo oficial” y cuando esta circunstancia, por razones lógicas, se acaba, suelen recurrir al consumo sin control de otros medicamentosmcomo podrían ser los opiáceos.
Está circunstancia está llegando a magnitudes increíbles en Estados Unidos que durante el periodo de 1992 a 2012 –solo una década- el número de recetas para este consumo ha pasado de 112 millones a 292. España no se ha quedado atrás, puesto que en solo tres años, 2012 a 2015, la dosis diaria de consumo de este tipo de específicos, por cada mil habitantes, ha subido del 7,25 al 13,3%, casi el doble.
Como indican Carlos G. Hernández y Luciana D. Paradela, autores del libro La soledad, una prisión sin barrotes, todos los seres humanos, de una u otra forma, han experimentado el fenómeno de la soledad. Del mismo modo que una persona es diferente a otra, la soledad también lo es. No importa si esta viene, va, o si llega para quedarse.
