¿Cómo mueren los médicos?

Miguel Angel Mellado, cronista de los dominicales de El Mundo, dentro de sus tópicos  frutos de la inteligencia inerte,  hizo hace unos meses  una serie de reflexiones sobre los últimos pensamientos de los humanos y sus últimas voluntades, más o menos cacareadas,  a la hora del trance final y sobre la postura de algunos médicos ante la perspectiva que le ofrece la más o menos cercana hora de su muerte. Según opina sagazmente, parece ser que los médicos también, antes o después,  igual que los demás mortales, abandonan este mundo. Para corroborar esta rara afirmación hace alusión a un ensayo publicado recientemente en EEUU., ese país donde se investiga y analiza todo, con o sin utilidad. Pues bien, según dicho ensayo –no se indica autoría de ningún tipo-  distinguidos doctores rechazan aplicarse los últimos avances de la medicina para prolongar sus vidas y evitar sus dolores unos meses o unos años más. Se cuenta el caso de un enfermo de cáncer de páncreas cuya vida se alargó doce meses, gracias a la aplicación de un tratamiento de medio millón de dólares, mientras que  un médico, enfermo de la misma dolencia, vivió ocho meses más, dándose los últimos caprichos con sus amigos y su familia, sin hospitales, sin pinchazos o tubos, tomando solamente calmantes más o menos fuertes contra el dolor, de apenas 20 dólares la caja.

Todo un aviso para dolientes y vivientes, apostilla el autor. Y ¿qué ocurre con el tema de las últimas voluntades? Sin intentar amargarnos el día, estos son los cinco arrepentimientos más corrientes  de los humanos a la hora de encontrarse en el umbral de su  trance final:

  • Ojalá hubiera tenido el coraje para vivir la vida que yo quería y no la que otros esperaban de mí
  • Ojalá no hubiera tenido que trabajar tan duro
  • Ojalá hubiera tenido coraje para  expresar todos mis sentimientos
  • Ojalá hubiera tenido más contacto con mis amigos y, la última
  • Ojalá me hubiera permitido a mi mismo ser más feliz.

No se trata de estropearle al día a nadie pero esta sencilla reflexión es válida para hoy, para el próximo fin de semana, el verano, el inicio de curso… mientras se camina por la sierra o se pasea a orilla del mar, sintiendo como el agua, gracias al reflujo final de la ola, acaricia nuestra piel.

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