La artritis reumatoide y la psoriásica son dos entidades diferentes, con genotipos y vías de señalización distintos. “Se sabe que la IL-23 funciona de forma diferente en las dos patologías y estos aspectos hay que tenerlos en cuenta al valorar y tratar a los pacientes”, ha asegurado Juan Cañete, del Servicio de Reumatología del Hospital Clínico de Barcelona, que ha participado en el Congreso Eular 2015, en Roma. “Con los datos disponibles, sabemos que los pacientes con artritis psoriásica tratados antes de los seis meses mejoran. Por eso, es imprescindible conocer las manifestaciones con las que debuta para instaurar los tratamientos de forma precoz”. El especialista ha insistido en la necesidad de definir bien las distintas presentaciones de la enfermedad para ver cómo se relacionan con manifestaciones y estratificar a los pacientes para un diagnóstico más individualizado. Además, con esa mejor definición de los pacientes se podrá precisar la indicación de las pautas terapéuticas. (Diario Médico)