Publicado en El Confidencial Todos hemos bromeado con nuestros padres o abuelos alguna vez. Llega la hora de la comida, nos sentamos a la mesa, y el ritual diario se repite: la persona de mayor edad empieza a sacar un montón de pastillas y a colocarlas una detrás de otra sobre la mesa. Que si la de la tensión, que si la del corazón, que si las vitaminas, que si la del dolor de huesos… Ante ello, los ancianos optan el camino del humor suavizante, como ocurre con tantos aspectos de su vida que se han visto obligados a alterar para adaptarse a la vejez. Es probable que la mayoría de esas pastillas, incluso todas por separado, tengan su utilidad. Pero también es posible que otras tantas no sean necesarias, lo que no causa más que efectos adversos en su organismo. Es la tesis principal del veterano doctor Harry Haroutunian, uno de los grandes especialistas estadounidenses en el tratamiento de adicciones, en su último libro, ‘Not As Prescribed: Recognizing and Facing Alcohol and Drug Misuse in Older Adults’ (Hazelden). Según sus datos, alrededor del 17% de las personas mayores de 60 años “pelean con el mal uso de las sustancias y la adicción”. Algo complicado de identificar en cuanto que los síntomas del envejecimiento pueden confundirse fácilmente con aquellos causados por el consumo de medicinas con potentes efectos secundarios.