Publicado en El País Para algunas personas, el cuerpo humano no es sagrado y, en cambio, lo consideran una fuente de frustración por sus considerables limitaciones en comparación con la potente tecnología de que disponemos hoy en día. En los últimos años, ha nacido una nueva comunidad de biohackers o grinders que experimentan para mejorar el cuerpo humano con tecnología. Es un campo inexplorado y emocionante que, en gran parte, está alejado de las disciplinas convencionales de la ciencia o de la filosofía y que cambia totalmente algunas creencias éticas antiguas. Ha pasado mucho tiempo desde que me colocaron mi primer implante electrónico – un sencillo transmisor de radiofrecuencia – en 1998. Me permitía abrir puertas y encender luces solo con un movimiento de mi brazo. Para hacerlo, conté con la ayuda de mi médico generalista que en la operación no solo me hizo un agujero en el brazo, sino que se aseguró de que mi implante se mantenía en su sitio y de que no se producía una infección.