Logran que un tetrapléjico sienta los dedos de una mano robótica

Nathan Copeland es un tetrapléjico funcional de 28 años que ha vuelto a experimentar el tacto en 4 de sus 5 dedos de su mano desde que sufrió una lesión medular según ha publicado la revista Science Translational Medicine.

La implantación de cuatro chips en el cebero de Nathan es parte del avance conceptual de la investigación de nuevas terapias para lesiones medulares que hasta ahora se ceñían a estimular la señal motora que va del cerebro a las extremidades para controlar el movimiento de brazos robóticos. Sin embargo, lo que se ha hecho ahora ha sido intentar recuperar la señal sensorial que va de las extremidades al cerebro con el objetivo de recuperar la sensación de tacto.

Nuestro objetivo final es crear un sistema que se pueda mover y sentir igual que un brazo natural”, ha asegurado Robert Gaunt, bioingeniero, neurocientífico de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.) y director de la investigación. “Ahora nuestro próximo objetivo es utilizar estos resultados para mejorar el control de los brazos robóticos”.

El resultado más importante de este estudio es que la microestimulación de la corteza sensorial puede provocar una sensación natural en lugar de un hormigueo“, explica Andrew B. Schwartz, coautor del trabajo, quien destaca: “Además, esta estimulación es segura, y las sensaciones evocadas son estables durante meses, aunque todavía hay que seguir investigando para que los pacientes consigan hacer mejores movimientos“.

El nuevo avance es la continuación de otros anteriores conseguidos por el mismo equipo. Hace cuatro años, ayudaron a Jan Scheuermann, una mujer tetrapléjica por una enfermedad degenerativa, a recoger objetos como una tableta de chocolate, mediante un brazo robótico controlado mentalmente. Antes, Tim Hemmes, paralizado en un accidente de moto, también llegó a tocar la mano de su novia con la misma técnica.

Pero los investigadores recuerdan que la forma en que nuestros brazos se mueven de forma natural e interaccionan con el entorno va más allá de pensar y mover los músculos correctos. Interviene el tacto, gracias al cual somos capaces de distinguir entre un pastel y una lata de refresco, que agarramos con distinta presión. La constante retroalimentación que recibimos del sentido del tacto es de suma importancia para que el cerebro sepa cómo y dónde mover un objeto.

Ese ha sido el siguiente paso de los investigadores: conseguir el tacto. A medida que buscaban al candidato adecuado, desarrollaron y perfeccionaron su sistema para que los inputs o entradas del brazo robótico se transmitieran por los microelectrodos implantados en el cerebro, justo donde se localizan las neuronas que controlan el movimiento de la mano y el tacto.

En la actualidad Nathan puede sentir la presión y distinguir su intensidad durante los experimentos, pero todavía no puede identificar si una sustancia está caliente o fría. El doctor Robert Gaunt, que dirige el equipo, explica que su intención es que la gente pueda volver a usar capacidades naturales del cerebro, que por algún motivo se habían perdido, pero no olvidado. “El objetivo final es crear un sistema que se mueva y sienta como lo haría un brazo natural”, señala Gaunt, que concluye: “Tenemos un largo camino por recorrer para lograrlo, pero esto es un gran comienzo”.
..Lola Graada

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