Publicado en El Mundo Ya lo decía George Orwell en Rebelión en la granja (1945): “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Lo cierto es que vivimos rodeados de ellos. Los tenemos en nuestras casas, en la nevera y convivimos con ellos cuando salimos al campo o estamos en la ciudad. Nos hacen compañía y nos proporcionan comida, pero también son un foco de enfermedades. Algunas de ellas, como la rabia o la malaria, son unas antiguas conocidas aunque siguen causando decenas de miles de muertes cada año. Otras, como el ébola y el zika, son para nosotros amenazas recientes que han causado una gran alarma en la opinión pública y se han convertido en una seria preocupación para las autoridades sanitarias ante la falta de vacunas o medicinas para hacerles frente. Las enfermedades que se transmiten de forma natural de los animales a los personas se denominan zoonosis (del griego, zoo, que significa animal, y nosis, enfermedad) y aunque, en teoría, esta definición comprende a las patologías que proceden de los vertebrados (como el virus del ébola, el mal de las vacas locas, la rabia, la fiebre del Nilo o la toxoplasmosis), en la práctica también se extiende a las que transmiten los insectos, como el dengue o la malaria.