La atención clínica al anciano precisa ser ‘rejuvenecida’

Publicado en Diario Médico
En términos metereológicos se hablaría de un cambio climático por las modificaciones que se están produciéndo a medio o largo plazo en la atmósfera y su impacto en el globo terráqueo y en la población. Trasladada esta metáfora al ámbito sanitario también se producirá en un futuro no muy lejano un cambio en el modelo de atención clínica ante el inminente envejecimiento de la población. Dos datos: en el 2000 había en España 2.500 personas mayores de cien años. En 2016 la cifra ha aumentado a 16.500 personas. Además, se ha pasado de los cuatro millones de personas mayores de 65 años en 1981 a los ocho millones setencientos mil en enero de 2016; esto es, un 18,7 por ciento de la población, que ronda los 40 millones de habitantes. De ahí que la atención sanitaria a los ancianos requiera de una especial sensibilidad por parte de los profesionales que se enfrentan a consultas más largas ante pacientes que pueden tener una capacidad limitada. Es aquí donde la ética de la Gerontología se sitúa en la primera línea de la Bioética y la cuestión adquiere una especial magnitud. Ante una situación que avanza a marchas forzadas son varios los interrogantes que se plantean: ¿Cuáles son los retos éticos que plantea el envejecimiento de la población? ¿Se debe dar prioridad a la asistencia de los más jóvenes? ¿La edad puede ser un elemento decisorio? ¿Se discrima por ser mayor? Las respuestas, a priori, no estarán exentas de polémica ante un mundo cada vez más material.

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