Publicado en El Español En la habitación 05 del hospital Gregorio Marañón se oye llorar a un bebé. Carmen Truyols se seca el pelo con una toalla mientras su marido intenta calmar al crío. Ella tiene los vaqueros desabrochados y se ajusta una faja al estómago antes de ponerse el jersey. Hace apenas un día que ha dado a luz a Mateo. También hace un día que se examinó para conseguir una plaza fija como anestesista. Lo hizo en el propio hospital en el que parió, con cuatro puntos en la vagina, sangrando, las piernas inmovilizadas y las vías de suero colgándole de los brazos. Tres horas de examen recostada en una camilla y apoyada en una mesita de desayuno. Competía contra 649 compañeros para optar a una de las 45 plazas. Ninguno de ellos acababa de dar a luz. “Me puse de parto el viernes a las dos de la madrugada y Mateo nació a las 8:30 de la mañana del sábado. El examen era a las 10, la única solución que me daba el tribunal era presentarse aquí y que lo hiciese en el hospital. Tuve que dejar al bebé, estaba recién parida. Me parece inhumano”, explica la médica a EL ESPAÑOL en la habitación en la que reposa junto al bebé.