Publicado en El Huffington Post He trabajado en el hospital que hoy visitas desde que tengo uso de razón médica. Me gusta mi profesión, tengo vocación de cuidar y creo en la Medicina como vehículo social que te permite ser útil a la gente y en la Sanidad pública como la herramienta imprescindible para que nadie se quede atrás. Nunca imaginé que en algún momento haría otra cosa diferente de atender a mis pacientes, pero en el 2011 apareció el fenómeno social del 15M, que supo poner el fonendoscopio en la sociedad y hacer un diagnóstico preciso de su cada vez más agónica enfermedad. Se escuchaban lemas como “no nos representan” y “dormíamos, luego despertamos”, un reclamo infalible para una anestesista. En ese momento me dejé llevar por las palabras de Gregorio Marañón, que decía que “cuando llegan tiempos de crisis profunda, en que, rota o caduca toda normalidad… es obligatorio para todos salir de su profesión y ponerse sin reservas al servicio de la necesidad pública”. Así que, como muchos compañeros y compañeras, no dudé en remangarme la bata blanca y salir a la calle a formar la Marea Blanca para reclamar que nos estaban robando nuestro patrimonio sanitario y que les estábamos dejando a nuestros futuros colegas y a nuestros hijos migajas de lo que nosotros habíamos recibido.