Publicado en Expansión En 1943, el Servicio de Impuestos Internos, el equivalente en Estados Unidos a la Agencia Tributaria, dictaminó que la asistencia sanitaria ofrecida por las empresas debía estar libre de impuestos, y eso desencadenó un vendaval: el porcentaje de la población del país cubierto por los planes sanitarios empresariales aumentó del 9% en la década de 1940 al 70% en la década de 1960, según la historiadora económica Melissa Thomasson. Hoy la cobertura es de alrededor de dos tercios. Sin embargo, las ventajas fiscales no compensan el hecho de que las prestaciones sanitarias ahora constituyen a menudo los segundos mayores costes salariales para las empresas estadounidenses, después de los sueldos, según la consultora Mercer. Y según datos de la OCDE, la sanidad estadounidense es la más cara del mundo y representa aproximadamente 5 puntos porcentuales del PIB (la segunda más cara es la de Francia, que tiene resultados mucho mejores). Esto hace que me pregunte por qué las multinacionales estadounidenses no están haciendo presión para que la sanidad se nacionalice.