Publicado en El País ¿Cuántas veces al año marca usted una casilla en la que autoriza al acceso y cesión de sus datos? ¿Cinco, diez? Haga bien la cuenta. Aunque la espada de Damocles apunte a las redes sociales, en realidad, los datos se ceden en cualquier transacción. Al contratar una tarjeta de crédito, hacer una compra, dar de alta una wifi, participar en una encuesta, al visitar páginas web… Datos que individualmente no tienen valor, juntos constituyen una nueva minería, más valiosa que la del oro. No son solo los datos privados de cada persona, sino los de cada actividad individual, cada compra o cada emoticono con el que se reacciona a los comentarios en las redes sociales, el big data permite obtener las preferencias políticas, religiosas, sexuales y alimenticias, así como la situación económica, sanitaria, policial e incluso emocional de cada persona. Los algoritmos secretos que usan estas empresas son cada vez más sofisticados y, por tanto, las posibilidades, infinitas.