Publicado en El País Luc Vanderborght quería atraer clientes a su clínica dental y casi acaba condenado por la justicia. Este dentista belga colocó junto a su consulta una placa en la que aparecía su nombre, su condición de odontólogo, el teléfono y la dirección de su página web. Nada que sorprenda en tiempos de competitividad feroz por ganarse el favor del cliente. En el sitio de Internet, fotos de sonrisas reciben al internauta sobre una imagen del odontólogo, también sonriente. A través de la red, Vanderborght informa de los tratamientos que ofrece, una gama de 11 opciones entre las que se incluye el menú habitual de intervenciones estéticas, empastes, blanqueamientos u ortodoncias. Dentro de su estrategia para llegar a un público más amplio, recurrió, como otras muchas compañías, a la publicidad impresa, e insertó anuncios en diversos periódicos locales glosando las ventajas para la dentadura de acudir a verle.