Publicado en El Español Las enfermeras compraron con su dinero los materiales y se pusieron manos a la obra. Había que convertir el hospital en un lugar amable. Hospitalario. Había que hacer del lugar del dolor el del cuidado. Y pintaron una habitación y siguieron con otra, hasta que transformaron toda la planta. De las agujas a los abrazos. Hasta sus batas se llenaron de color y dibujos. El blanco es tan aséptico que pincha, tan neutral que asusta. Los pequeños dejaron de mirar las jeringas para fijar su atención en el mono que abraza el estetoscopio. “No es lo mismo pinchar de blanco que con dibujos”. Y las paredes de la UCI de neonatos del Hospital Materno Infantil de Zaragoza se llenaron de esperanza para los niños que debían ser hombres y mujeres antes de tiempo. El arte devuelve la risa a los que están serios y no la encuentran.