La integración de la asistencia sanitaria y los servicios sociales para afrontar el envejecimiento

Expertos en economía de la salud han coincidido en reclamar la integración de la asistencia sanitaria y de los servicios sociales, según la evidencia científica que por una parte desmonta un incremento del coste sanitario por el envejecimiento de la población pero por otra confirma un aumento de las necesidades en políticas sociales.

Josep Figueras, director del Observatorio Europeo de Sistemas Sanitarios y Políticas (Bruselas), Roberto Nuño Solinís, director de Salud en la Escuela de Negocios Deusto (España), y Mauricio Avendaño, profesor asociado en Envejecimiento Global en el King’s College (Reino Unido), han abordado algunos de los principales retos derivados del envejecimiento de la población en Europa.

En el debate desmontaban, a partir de evidencias científicas, algunos de los mitos sobre el envejecimiento de la población en Europa, como el vínculo que muchas veces se hace con el gasto sanitario.

Esto no es así: el incremento del gasto sanitario es atribuible al coste de las nuevas tecnologías que se van introduciendo en el sistema; no al hecho de que la población envejezca“, comentaba Joan Gené, del Comité Científico de las XXXVII Jornadas de Economía de la Salud.

Además, apuntaba que la población más afectada por las enfermedades crónicas se concentra entre los 50 y los 60 años, mientras que los que alcanzan los 90 años “son personas sanas y que no consumen tantos servicios sanitarios“. Sin embargo, matizaba que el envejecimiento sí tiene costes en las sociedades europeas, aunque más ligados al desarrollo de políticas sociales, como la prevención de la dependencia con ayudas a familias con mayores a su cargo. “Es un tema más social que sanitario, por eso es importante integrar servicios sociales y sanitarios“, añadía Gené.

Las enfermedades crónicas se concentra entra la población de 50 y los 60 años

Y es que mucho peso del envejecimiento recae en familias que además sufren problemas derivados de la crisis económica como el paro, con el actual añadido de “toda la carga de los cuidados de los mayores en la familia y sobre todo en las mujeres, que es otra forma de discriminación de género“, apuntaba.

A esto hay que añadir la preocupación por la proximidad del envejecimiento y la entrada en edades de jubilación de las generaciones correspondientes al baby boom, porque de aquí a pocos años el grupo de mujeres más numeroso entrará en la franja de los 80 años.

Repensar el modelo

Esto obligará a buscar alternativas al modelo actual, como replantear la edad de jubilación. Medidas que, sin embargo, no supondrían “un impedimento económico de una magnitud insostenible“.

Es el caso de las iniciativas para mantener activas a las personas tras la jubilación. Como ejemplo, se citaba el caso de un conductor de autobús que no puede seguir al volante tras los 65 años, pero que tiene un conocimiento acumulado que se puede aprovechar, sobre horarios, frecuencias o rutas. En este sentido, no se planteaba que estén ocupados al 100% de su jornada, pero sí la posibilidad del empleo a tiempo parcial para complementar su pensión, al tiempo que se prolonga la edad de servicio a la sociedad.

Se propone replantearse y personalizar la edad de jubilación

Por su parte, Mauricio Avendaño subrayaba algunos efectos secundarios que hay que atender, a partir de un estudio concreto en el Reino Unido que revelaba un incremento en las depresiones del grupo de población de trabajadoras a las que se prolongó su edad de jubilación hasta los 67 años.

En este caso, el trabajo atribuía ese incremento de los casos de depresiones a la frustración de las expectativas en cuanto a la edad de jubilación o al desengaño por una perspectiva truncada y no porque el hecho de que trabajar produzca depresión.

Además, esa continuidad de la jornada laboral es una medida muy discutida, sobre todo en un país como España donde algunos expertos opinan que prolongar la jubilación puede suponer un tapón para la incorporación al mercado laboral de los más jóvenes, que sufren altas tasas de desempleo juvenil.

La oportunidad perdida de la crisis

Más expertos han mostrado su preferencia por un modelo de gestión que integre la atención sanitaria y los servicios sociales, debido al “incremento” de las desigualdades.

Así lo ha sostenido Iván Planas, gerente de Servicios Asistenciales del Servicio Catalán de la Salud, quien ha lamentado que “la crisis ha sido una oportunidad perdida para la transformación del sistema“.

Planas intervenía en la mesa redonda Retos de la gestión sanitaria tras la crisis económica, junto a Marisa Merino, directora gerente OSI Tolosaldea en el País Vasco, quien también subrayaba la importancia de la “integración” de lo sanitario y lo social. Merino detallaba cómo afronta el sistema sanitario vasco la situación de los enfermos crónicos, en una comunidad en la que la cronicidad alcanza ya el 45% de los usuarios, con una demanda “creciente” que el sistema “no es capaz de afrontar” y que ha coincidido además en una etapa de “restricciones económicas“.

Lleva un enorme esfuerzo construir un modelo, y un político puede destruirlo de forma irreversible en un momento”

Desde esa perspectiva, planteaba retos que pasan por la “anticipación” y la “prevención“, además de por el uso de las bases de datos con la información clínica que permitan “estratificar” a la población para aplicar una combinación de programas para sectores específicos con planes individuales. Sobre todo, apostaba por “reorientar” los modelos, de modo que se enfoquen a la atención a domicilio, a la medición de los resultados y a “empoderar” a los pacientes para que “participen” en el diseño de las políticas.

Por su parte, Luis Carretero, gerente de Marina Salud, centro sanitario concesionario de la Comunidad Valenciana, advertía de las “interferencias” políticas a la hora de definir los modelos. “Lleva un enorme esfuerzo construir un modelo, y un político puede destruirlo de forma irreversible en un momento“, lamentaba.

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