El Dr. Denis Mukwege, Nobel de la Paz desde el corazón de las tinieblas

..Juan Pablo Ramírez.
La noticia sorprendió al Dr. Denis Mukwege en el quirófano. Los gritos de alegría y los cánticos llegaban desde el pasillo. Le acababan de conceder el Premio Nobel de la Paz. Terminó la intervención y acudió a reunirse con el equipo y con la gente que se agolpaba en su hospital. “Acepto este premio por vosotras. Esto demuestra que vosotras (las mujeres) ya habéis sido reconocidas. Este premio no tendría sentido si no reconociera la lucha de la mujer”, anunció entre la algarabía.

Este ginecólogo de 63 años ha pasado los últimos 20 años tratando a mujeres víctimas de la violencia sexual en Bukavu, una ciudad situada en el extremo oriental de la República Democrática del Congo. En casi dos décadas, cerca de 50.000 mujeres han pasado por su consulta. Esta triste experiencia le ha convertido en uno de los principales expertos mundiales en la reparación de la fístula obstétrica.

Su experiencia le ha convertido en uno de los principales expertos mundiales en la reparación de la fístula obstétrica

La vocación médica le vino temprano. Su padre era pastor y solía acompañarle en sus rutas por las aldeas de Kivu del Sur. Chocó allí contra la pobreza y se rebeló. Quería llevar la buena nueva de la medicina a los más necesitados, facilitarles el acceso a la asistencia sanitaria y a los medicamentos. Creció pero su determinación no cambió. Emigró a Burundi para estudiar Medicina. De vuelta a su país, comenzó a ejercer en el Hospital Cristiano de Lemera. Después de años de trabajo, sintió que sus conocimientos no eran suficientes y marchó a Francia para especializarse en ginecología.

Un suceso cambió su trayectoria profesional. En 1996 el hospital en el que trabajaba quedó arrasado por la guerra. Las tropas de Laurent Desiré Kabila se acababan de levantar contra el régimen de Mobutu Sese Seko. Un año después tomaban la capital del entonces Zaire, Kinshasha. Pero la paz no llegó. La guerra continuó por diversos frentes. Grupos rebeldes se levantaron contra el recién ascendido Kabila, mientras los refugiados hutus huidos de Ruanda continuaron sus matanzas contra los tutsis afincados en el Congo. Nueve naciones africanas se enfrentaron en territorio congoleño en los que se denominó la Gran Guerra Africana, que finalizó en diciembre de 2002 con los Acuerdos de Paz de Pretoria (Suráfrica). El armisticio no sirvió para contener la violencia, que se recrudeció especialmente contra las mujeres y los niños.

En 1999, decidió construir su propia clínica ginecológica en Bukavu. La crueldad de la guerra le hizo comprender que la violación es “un arma destrucción masiva”

Tres años después de la destrucción del hospital, decidió construir su propia clínica ginecológica en Bukavu. La crueldad de la guerra le hizo comprender que la violación es “un arma destrucción masiva”. Esta ciudad había vivido algunos de los episodios más sangrientos de esta lucha fratricida que sacudía el centro de África, “el corazón de las tinieblas”, como tituló su novela Joseph Conrad tras una expedición por el río Congo. Durante aquellos años de matanzas, las violaciones se extendían por el país como “la metástasis de un cáncer”.

Nunca se ha conformado con tratar a las mujeres. Su labor va más allá de la pericia médica. Las mujeres que acuden a su clínica no solo reciben tratamiento médico y quirúrgico. Se les ofrece asesoramiento legal y ayuda tanto psicológica como económica. Solo ha salido de su consulta para denunciar por el mundo la violencia contra las mujeres. En 2012 acudió a Naciones Unidas y en su discurso pidió una condena contra los agresores sexuales. Los aludidos se inquietaron y atentaron en vano contra su vida después de su vuelta de Nueva York.

Las amenazas no le han echado de su hospital de Bukavu, donde atiende a 10 víctimas al día. Las pacientes por desgracia siguen llegando. Se estima que una de cada cinco mujeres ha sufrido abusos durante la guerra. Su vocación sigue intacta, la misma que floreció en aquel niño que recorría las aldeas congoleñas junto a su padre. “Cuando una mujer es violada, veo en ella a mi mujer; cuando lo es una madre, veo en ella a mi madre, y cuando es un menor, siento que son mis hijos”, señaló en una entrevista.

Foto: Flickr

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