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El Teatro Nacional de la Zarzuela, fiel a su ya tradicional apertura de abrir su escenario a obras líricas significativas procedentes de autores españoles de reconocida valía pero no suficientemente considerados, aborda en su programación esta significativa obra del escritor español Miguel Mihura Santos (1905/1977) y el compositor alicantino Ricardo Llorca (1958) escrita en 1932, que tras más de 20 años de incomprensible silencio no se pudo estrenar hasta el año 1952 en que se reconoció su fuerte valía dentro del concepto del teatro de lo absurdo.
Ricardo Llorca profesor de música en la Juilliard School, compositor becario de la Argosty Foundation y del Meet-life /Meet, galardonado con diversos premios internacionales, entre ellos el John Simón Ggungeim (2001), autor de diversas óperas, entre ellas “las horas vacías” y otras obras de carácter sinfónico como “Thermidor”, encargo de la ONE estrenado en el Auditorio Nacional de Música, recibió el encargo de la directora artística de la New York Opera Society, Jennifer Cho, de realizar una obra lírica basada en el teatro del absurdo internacional y. más concretamente del español, eligiendo este conocido título del español Mihura Santos considerado como una obra referente del teatro español del siglo XX y por las grandes posibilidades que, tras los oportunos cambios, ofrecía para reconvertirla en zarzuela que, por otra parte y en contra de la opinión de muchos críticos, supondría una clara demostración de que este género sigue todavía muy vivo sobre todo con los conceptos de libertad que en ella se han reflejado, que la hacen mucho más atractiva para el público joven. Como indica su autor: “Existen obras que el paso del tiempo no lo llevan bien, pero en cambio, otras como esta de Mihura, el paso del tiempo la mejora”.
Tras tres años de trabajo la estrenó en el año 2017 en el Teatro Sergio Cardoso de Sao Paulo (Brasil) con auténtico éxito. El Teatro Nacional de la Zarzuela la ofrece como auténtico estreno europeo con un nueva producción propia que cuenta con la dirección escénica de José Luis Arellano , la musical de Diego Martin Etxebarría y un destacado elenco artístico.
Para su mejor desarrollo Llorca se ha permitido diversas licencias, tras reconocer que si los textos cantados son suyos, los hablados son íntegramente de Mihura. Si en su original el mundo del espectáculo lo representa un grupo de cabaret cubano de baja categoría que se encuentra realizando un tour artístico por el norte de España, él lo ha trasladado a una mediocre compañía de circo que se encuentra recorriendo el sur de Italia, dando con ello pie para recordar algunas fuentes melódicas de la música mediterránea , concretamente de Puglia, Lecce y Nápoles, así como bastantes melodías de banda, con importantes solos de trompeta, acordeón y violín. El personaje negro Buby Barton, al que le llueven numerosos insultos, preferentemente de tono racista, en su obra se ha convertido en un vulgar mafioso italiano que tiene numerosas discusiones y aparentes desavenencias con la bailarina Paula, los forzudas alemanes propios del circo los ha convertido en los clásicos payasos. Con ellos demuestra que esa ironía, amargura y diversión con la que Mihura solía realizar sus obras, son perfectamente aplicables y trasportables a la música, que resalta con la repetida presencia del acordeón y la trompeta.
Para el director musical, Martin-Etxebarría esta obra de Llorca recoge perfectamente los tres elementos o patas que siempre debe tener toda composición musical: ritmo, melodía y armonía.
Puesta en escena
Escénicamente tanto José Luis Arellano como director de escena y Ricardo Sánchez Cuerda como responsable de la escenografía, han planteado un espectáculo sumamente vistoso, sencillo pero con una movilidad muy atractiva, perfectamente acompañado por el lucido vestuario de Jesús Ruiz y la correcta iluminación de Gómez-Cornejo. Nada que objetar al grueso reparto escénico con Jorge Rodríguez Norton (Dionisio) y Rocío Pérez (Paula) muy convincentes junto con los demás componentes, del que, como siempre, conviene resaltar el delicado trabajo del tenor cómico Enrique Viana, una excelente Madame Olga, así como el Coro y la Orquesta titulares del Teatro, bien llevados por Martín –Extchevarría, muy preciso en todas las matizaciones que la delicada obra de Ricardo Llorca requiere.
El solitario error que con esta oferta artística se ha cometido, se refiere únicamente a la programación. Siete míseras funciones no son suficientes para hacer que el máximo público posible pueda disfrutar de este grato espectáculo. Esperamos y deseamos que, de la forma que sea (doctores tiene la iglesia) este pequeño tropiezo o desliz–según se mire- pueda tener remedio. Merece la pena intentarlo.