Gema Maldonado
Trinidad Montero ha vivido intensamente sus cuatro años de residencia, pandemia mediante, en el Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, uno de los más prestigiosos de España, que este mismo año sedujo a otra MIR brillante, Sofía Haselgruber, número uno en el examen que decide el futuro de todos los médicos. Nacida en Mérida y jienense de adopción, la Dra. Trinidad Montero llegó a Granada con 18 años para estudiar Medicina. Allí quiere quedarse, en el hospital que la ha visto crecer durante su periodo de residencia, por el que ha sido elegida Mejor MIR 2022 por Sanitas.
Estos días, miles de recién graduados en medicina ven cómo se acerca el examen que marcará su futuro profesional, el temido MIR, al que Montero intenta quitar hierro, recordando que es cuestión de “constancia y esfuerzo” y de “manejar los nervios”. Sobre su formación, todo lo aprendido, la capacidad de adaptación que exigió a todos los médicos la pandemia y sobre su futuro investigador y asistencial, hablamos con la ya médica adjunta.
“Desde que empezamos la carrera, que es muy vocacional, los médicos hacemos mucho sacrificio”
Han sido al menos once años de preparación hasta llegar aquí, ¿qué supone recibir este premio?
Es un orgullo y una satisfacción muy importantes porque los médicos, desde que empezamos la carrera, que es muy vocacional, hacemos mucho sacrificio. Son seis años de carrera, después el examen MIR y cuatro años, en mi caso, de residencia. Es toda una vida por conseguir nuestros objetivos. Que una institución tan importante como Sanitas reconozca toda esta trayectoria es una alegría y una motivación muy importante. Pero también es una responsabilidad para seguir esforzándome y dar siempre lo mejor de mí por mejorar la calidad de vida de mis pacientes, que es el objetivo primordial de todos los médicos.
¿Cómo han sido estos años de formación MIR en Granada?
Yo me he formado en el Hospital Universitario Virgen de las Nieves, en el Servicio de Dermatología. Ahora mismo es el mejor servicio de esta especialidad en España, ha sido reconocido dos años consecutivos por los Premios Best In Class (BiC). Tengo la suerte de haber contado con Alejandro Molina como tutor durante mis años de residencia, que fue accésit en los Premios Sanitas y con Salvador Arias, jefe del Servicio de Dermatología, que dirigió mi tesis doctoral y también consiguió el Premio al Mejor MIR de Sanitas en 2011. Es todo un equipo que me ha enseñado todo lo que sé y que ha puesto en evidencia cómo se puede combinar la clínica, la investigación y la docencia buscando siempre la excelencia.
“En el examen MIR es importante tener pautas de trabajo, seguir con constancia y esfuerzo e intentar manejar los nervios”
En menos de dos meses habrá un nuevo examen MIR y los nervios marcarán ese día para muchos médicos. ¿Cómo vivió la preparación usted?
La preparación al examen MIR realmente es más pensarlo que luego pasarlo porque, al final, es un examen más como hemos ido haciendo a lo largo de toda la carrera. Sí que es verdad que hay que estar motivado y organizado. Es importante siempre tener unas pautas de trabajo y seguir con constancia y esfuerzo haciendo lo que hemos estado haciendo durante los seis años de carrera. Es un examen en el que se juega todo en un día y hay muchos nervios que intentar manejar. Yo soy una persona bastante nerviosa, pero creo que con esfuerzo y trabajando, todo se consigue.
La pandemia llegó en mitad de su periodo como MIR. ¿Cómo le afecto?
Como a todos los médicos la crisis sanitaria me afectó. Cuando comenzó yo estaba haciendo el Máster de Medicina Preventiva y Salud Pública. De hecho, cuando declararon la pandemia estaba en clase y nos comunicaron que desde el día siguiente no habría clases. Pasamos de tener nuestras consultas normales de dermatología a ver a los pacientes por teleconsulta y a ayudar a los compañeros de medicina interna y de urgencias en el hospital. Ya llevaba casi un año sin hacer guardia y nos volvieron a llevar a puerta para echar una mano en lo que pudiéramos. La pandemia modificó un poco la formación, pero todo es adaptarse e intentar sacar el máximo partido de todo con las condiciones que tenemos, procurando siempre lo mejor para nuestros pacientes.
“En la pandemia pasamos de tener nuestras consultas de dermatología a ayudar a los compañeros de medicina interna y de urgencias del hospital”
¿Cómo está siendo su primer año como adjunta?
El primer año de residente siempre tenemos un adjunto al que podemos preguntar si tenemos dudas y ahora, como adjunta, la responsabilidad de los pacientes recae solo sobre ti, aunque tengamos compañeros a los que consultar. Supone un desafío nuevo que también nos ayuda a crecer como médicos. Hay más preocupaciones, pero también más motivación por ofrecer la mejor opción terapéutica al paciente.
Actualmente paso consulta de dermatología general y llevo a los pacientes con dermatitis atópica, una patología para la que había muy pocos tratamientos aprobados y que está cambiando mucho, con nuevas moléculas disponibles con las que parece que vamos a poder mejorar mucho la calidad de vida de nuestros pacientes.
“Ser adjunta supone un desafío nuevo que también nos ayuda a crecer como médicos. Hay más preocupaciones, pero también más motivación por ofrecer la mejor opción terapéutica al paciente”
Elaboró su tesis doctoral y tiene numerosas publicaciones científicas en su haber. ¿Le gustaría seguir investigando y probar la docencia también?
Al final en la labor de un médico, además de atender a los pacientes, que es lo primordial, la investigación es importante porque contribuye a que avancemos y encontremos soluciones a problemas y cuestiones aún por resolver. También la docencia es muy importante para enseñar a los compañeros, tenemos que transmitir los conocimientos. A mí me gustaría poder compaginar las tres cosas. Me acaban de conceder un contrato Río Hortega del ISCIII y voy a estar dos años en Granada combinando la clínica con la investigación.
