Los productos químicos tóxicos empleados en la industria aumentan el diagnóstico de problemas de desarrollo neurológico en niños

El aumento en el número de diagnósticos de problemas de desarrollo neurológico en niños, y que derivan en casos de autismo, trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), dislexia y otros trastornos cognitivos, pueden tener su origen en los productos químicos tóxicos que se usan en la industria y que están presentes en la vida diaria de millones de personas.

Todo indica que los productos químicos industriales que dañan el cerebro en fase de desarrollo se encuentran entre las causas conocidas de este incremento de la prevalencia de discapacidades del desarrollo neurológico, afectando a millones de niños de todo el mundo.

En 2006, un grupo de investigadores efectuó una revisión sistemática con la que identificaron cinco productos químicos industriales potenciales neurotóxicos para el desarrollo: Plomo, Metilmercurio, Bifenilos policlorados, Arsénico y Tolueno. Desde ese año 2006, los estudios epidemológicos han documentado recientemente hasta seis productos químicos adicionales como neurotóxicos, con una incidencia que se muestra en un nuevo estudio realizado de manera conjunta entre la Harvard School of Public Health (HSPH), y la Icahn School of Medicine at Mount Sinai.

Este estudio publicado en la revista The Lancet Neorology, los investigadores solicitan de manera urgente una estrategia mundial para la prevención y control del uso de esas sustancias, ya que hablan de una verdadera “pandemia silenciosa”.

Philippe Grandjean, coautor del estudio, y profesor adjunto de salud ambiental en el HSPH, la preocupación más grande para los autores del estudio es “el elevado número de niños afectados por el daño causado por tóxicos en el desarrollo cerebral, y que carecen de un diagnóstico formal”. Destaca el hecho de como los niños “sufren la reducción de su capacidad de atención, retraso en el desarrollo y bajo rendimiento escolar”, tomando cada vez más fuerza los productos químicos industriales como sus “posibles causas”.

Los seis productos químicos neurotóxicos que se han documentado en este estudio son: Manganeso, Fluoruro, Clorpirifós (pesticida empleado para controlar las plagas de insectos), DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano, un pesticida), Tetracloroetileno (un disolvente), Éteres Difenil Polibromados (retardantes de llama).

En el estudio se desarrolla la posible relación entre estos seis neurotóxicos reconocidos recientemente y sus efectos negativos en la salud de los niños, destacando por ejemplo como el manganeso es asociado con la disminución de la actividad intelectual y la alteración de las habilidades motoras; los disolventes se relacionan a la hiperactividad y al comportamiento agresivo, y algunos tipos de pesticidas pueden originar retrasos cognitivos.

Aunque se hace especial hincapié en la repercusión de estos seis neurotóxicos, Philippe Grandjean considera posible que haya más productos químicos que contribuirían a una pandemia silenciosa de déficits neuroconductuales que estarían erosionando capacidades intelectuales, alterando los comportamientos y dañando a las sociedades.

El estudio publicado en The Lancet Neurology insiste como el control de la pandemia es difícil por la escasez de datos que existen para orientar las campañas de prevención, y la gran cantidad de pruebas que serían necesarias para llevar a cabo una regulación del uso de estas sustancias por parte de los gobiernos.

Los autores del estudio destacan sobremanera que el control de estos productos químicos es vital para proteger el desarrollo del cerebro de los niños de todo el mundo. Para conseguir este objetivo los autores proponen que se instauren pruebas de carácter obligatorio para los productos químicos industriales, además de que estiman adecuada la formación de un organismo internacional que se encargue de la evaluación de los productos químicos industriales y su potencial neurotoxicidad en incidencia en el desarrollo.

Grandjean afirma que “el problema es de alcance internacional, y la solución debe ser también internacional”, y es que resalta que sí se dispone de las herramientas necesarias “para poner a prueba los productos químicos industriales y sus efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro de los niños, es el momento de convertir dichas pruebas en obligatorias”.
..Emilio Ramirez

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