Redacción
Mide una micra, entre 30 y 50 veces menos que un cabello. Es invisible a simple vista y es la punta de lo que los investigadores han llamado linterna molecular, una sonda con luz de menos de un milímetro de grosor, que se puede introducir hasta alcanzar zonas profundas del cerebro sin causar daño. Por el momento, este dispositivo está en investigación, pero está llevando luz al cerebro de ratones para monitorizar los cambios moleculares causados en este órgano por el cáncer y otras patologías neurológicas.
La revista Nature Methods acaba de publicar los resultados de la investigación realizada por un equipo internacional, en el que trabajan grupos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Sus autores explican que la linterna molecular informa de la composición química del tejido nervioso al iluminarlo. De esta forma, analiza las alteraciones moleculares causadas por una lesión cerebral traumática o por tumores, detectando marcadores diagnósticos de metástasis cerebral con gran precisión.
La linterna molecular está formada por una sonda con luz que puede alcanzar zonas profundas del cerebro sin causar daño
Son dos los grupos españoles que han participado de este trabajo. El Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal del CSIC, dirigido por Liset Menéndez de la Prida, y el Grupo de Metástasis Cerebral del CNIO dirigido por Manuel Valiente. Ambos se han ocupado de la investigación biomédica en NanoBright, mientras que grupos de instituciones italianas y francesas han desarrollado la instrumentación.
Un comunicado emitido por el CSIC recuerda que activar o registrar la función cerebral usando la luz no es nuevo. Por ejemplo, las llamadas técnicas optogenéticas permiten controlar con luz la actividad de neuronas individuales. Sin embargo, para ello es necesario introducir en las neuronas un gen que las hace sensibles a la luz. Con la nueva tecnología que ahora presenta NanoBright se puede estudiar el cerebro sin alterarlo previamente, lo que supone un cambio de paradigma en la investigación biomédica.
El nombre técnico de la nueva linterna molecular es espectroscopía vibracional. Su funcionamiento se basa en una característica de la luz, el efecto Raman: «Cuando la luz incide sobre las moléculas, rebota de manera distinta en función de su composición y estructura química, lo que permite detectar una señal o espectro diferente en cada caso. El espectro se convierte así en una firma molecular que informa de la composición del tejido iluminado», explica Liset M. de la Prida, del CSIC.
Manuel Valiente (CNIO): «Con la espectroscopía vibracional podemos ver cualquier cambio molecular en el cerebro cuando existe una patología»
El investigador Manuel Valiente explica que «esta tecnología nos permite estudiar el cerebro en su estado natural, no es preciso alterarlo previamente. Pero además posibilita analizar cualquier tipo de estructura cerebral, no solo aquellas que has marcado o alterado genéticamente, como ocurría con las tecnologías usadas hasta ahora. Con la espectroscopía vibracional podemos ver cualquier cambio molecular en el cerebro cuando existe una patología».
La espectroscopía Raman se utiliza ya en neurocirugía, aunque de forma invasiva y menos precisa: «Se han realizado estudios de su uso al operar tumores cerebrales en pacientes», apunta Valiente. «En quirófano, una vez eliminado el grueso del tumor con cirugía, es posible introducir una sonda de espectroscopía Raman para evaluar si quedan células cancerígenas en la zona. Es decir, solo se usa cuando el cerebro ya está abierto y el hueco es lo bastante grande. Pero estas linternas moleculares de tamaño relativamente grande son incompatibles con un uso mínimamente invasivo para modelos animales en vivo».
Para el grupo del CNIO, un objetivo ahora es saber si la información que aporta la sonda permite «diferenciar diversas entidades oncológicas, por ejemplo, los tipos de metástasis acorde a sus perfiles mutacionales, por su origen primario o procedente de diferentes tipos de tumores cerebrales».
Liset Menéndez de la Prida (CSIC): «Nos va a permitir identificar nuevos marcadores diagnósticos de alta precisión, lo que facilitará el desarrollo de neurotecnologías avanzadas para nuevas aplicaciones biomédicas»
Por su parte, el grupo del Instituto Cajal ha utilizado la técnica para investigar las zonas epileptógenas que rodean un traumatismo craneoencefálico. «Hemos podido identificar diferentes perfiles vibracionales en las mismas regiones cerebrales susceptibles de generar crisis epilépticas, dependiendo de su asociación a un tumor o a un traumatismo. Esto sugiere que las sombras moleculares de estas áreas están afectadas de manera diferente, y pueden ser usadas para separar diferentes entidades patológicas mediante algoritmos de clasificación automática incluyendo inteligencia artificial», explica Liset Menéndez de la Prida.
«La integración de espectroscopía vibracional con otras modalidades de registro de la actividad cerebral y el análisis computacional avanzado con inteligencia artificial nos va a permitir identificar nuevos marcadores diagnósticos de alta precisión, lo que facilitará el desarrollo de neurotecnologías avanzadas para nuevas aplicaciones biomédicas», resume la investigadora del CSIC.












