Redacción
La enfermería de práctica avanzada se refiere a la adquisición de competencias específicas dentro de la profesión que puedan ayudar en la toma de decisiones a través de una formación adicional. Como explica Alfredo Serrano Ruiz, profesor de la Escuela de Enfermería San Juan de Dios de la Universidad Pontificia de Comillas y profesor asociado de la Nursing and Midwifery School of Oxford (Oxford Brookes University), cuyo proyecto de investigación se centra en analizar cómo avanza este campo en la Comunidad de Madrid y, además, medir qué acciones en el marco de esta materia pueden contribuir a generar un impacto positivo en los pacientes y una mejora de los resultados en salud. Entre las prioridades, destaca la importancia del trabajo conjunto entre los agentes implicados para poder avanzar en este ámbito.
¿Cómo definiría la situación actual de la enfermería de práctica avanzada en la Comunidad de Madrid y su impacto en el sistema sanitario?
La enfermería de práctica avanzada tiene una historia bastante amplia en países anglosajones. En algunos, como en Canadá, llevándose a acabo desde principios del siglo XX de manera no oficial y en otros como Estados Unidos, de una manera más formalizada que empezó en la última parte del siglo XX. Por lo tanto, tiene una trayectoria histórica muy extensa. Ha tenido un desarrollo como todas las cosas cuando nacen: con iniciativas puntuales, en lugares concretos y con necesidades muy específicas que se han ido uniendo en un desarrollo mucho más coordinado, primero, a nivel de cada estado.
Esto mismo ha pasado en países como Inglaterra, con mucho más orden y coordinación, al ser un espacio restringido y con menos diversidad legislativa, que han podido hacerlo de forma más ordenada; esto luego también se ha dado en países como Australia o Nueva Zelanda y en Canadá. El resto de países nos hemos ido sumando a ese camino. Es verdad que las iniciativas de práctica avanzada en países anglosajones responden a necesidades muy específicas suyas, tanto de su población como de sus sistemas sanitarios, que son diferentes.
“Hay países con un recorrido más amplio en práctica avanzada y, en España, hay diferentes velocidades; por ejemplo, en Cataluña y Andalucía llevan tiempo trabajando de una forma más global”
Lo que hemos ido haciendo en el resto de Europa ha sido, de forma bastante humilde, sumarnos a esto. Hay países mucho más avanzados, con un recorrido más amplio, y en España hay diferentes velocidades. Por ejemplo, en Cataluña y Andalucía llevan más tiempo trabajando de una forma más global en práctica avanzada. También hay iniciativas que, con sus idas y venidas, van dando pequeños frutos, y en el resto de comunidades autónomas se avanza de forma más discreta.
En la Comunidad de Madrid hay bastante interés por desarrollarlo. Mi tesis fue un estudio descriptivo de la situación en esta comunidad y, al compararla con el estado de la práctica avanzada en otros lugares más desarrollados del mundo, vimos que está en un estado muy inicial, intentando responder a necesidades muy específicas de forma discreta.
Es verdad que, cada vez más, esto se está globalizando en la Comunidad de Madrid. Parece que la necesidad está ahí, lo que responde al aumento de la población, tanto en número como en complejidad. Así, estas iniciativas de práctica avanzada son, y deberían ser, una herramienta para responder a esa necesidad de la población y no una herramienta que responda a una necesidad de crecimiento profesional de las enfermeras.
Estamos en una fase muy inicial, en la que se detectan necesidades y se intentan desarrollar puestos que, con más o menos acierto, se etiquetan como de práctica avanzada. Sin embargo, como decía antes, si queremos equipararnos con Inglaterra, Australia o Estados Unidos, estamos lejos. Acabamos de nacer y estamos empezando a dar los primeros pasos.
“Estas iniciativas de práctica avanzada son, y deberían ser, una herramienta para responder a las necesidades de la población”
¿Qué le motivó a investigar este ámbito específico de la práctica avanzada en enfermería?
Trabajé en Inglaterra e hice práctica avanzada en cuidados intensivos, siguiendo la vía formativa que existe allí. La formación de los advanced practitioners, en mi caso, se llamaba ACCP (Advance Critical Care Practitioner), y cuenta con el aval del Colegio de Anestesistas, encargado de los cuidados intensivos, además de las universidades y las instituciones sanitarias. Así, es un camino que se apoya en tres pilares: primero, el hospital que te contrata, en el cual te formas y haces rotaciones; en segundo lugar, la universidad donde estudias y, por último, el Colegio de Anestesia, que acuerda el plan de estudios y es quien te acredita al final del proceso.
Aquí, hay que precisar que la palabra «acredita» quizá es demasiado contundente, ya que no hay una acreditación nacional como tal, pero sí un reconocimiento formal. El Colegio de Anestesistas, junto a las universidades y hospitales, plantea un recorrido curricular y, si lo completas, recibes un título reconocido por el colegio y la universidad.
Yo seguí ese camino en Inglaterra, completé la formación y trabajé allí siete años aproximadamente. Cuando regresé a España y comencé a dar clase en la Universidad Europea de Madrid (UEM), Ana Jiménez tenía en mente un proyecto para medir si se estaba haciendo práctica avanzada y describir la situación. Me propuso desarrollarlo, y mi tesis se centró en ese campo. Así han sido estos últimos tres años. Así, he tratado de conectar mi experiencia con algo que ya estaba establecido y lo que podría pasar aquí dentro de 20 años, midiendo y analizando la situación y con el proyecto en desarrollo.
“He tratado de conectar mi experiencia con algo que ya estaba establecido y lo que podría pasar aquí dentro de 20 años, midiendo y analizando la situación”
¿Qué metodología han utilizado para abordar este estudio y cuáles son los principales hallazgos obtenidos hasta ahora?
Hicimos un estudio descriptivo en atención especializada y es cierto que descartamos la atención primaria, ya que justo salíamos de la pandemia, lo que conllevó un alto impacto. En cambio, en atención especializada, estas iniciativas se hacían cada vez más frecuentes, intentando servir como herramienta que responde a las necesidades del usuario, que además se vieron multiplicadas por la pandemia. El estudio descriptivo en atención especializada analizó cuánto se estaba haciendo, cuántos profesionales había, cuál era su perfil sociodemográfico y laboral, y pasamos dos escalas de evaluación competencial de práctica avanzada. Estas escalas están validadas en español: una adaptada del modelo australiano y otra desarrollada específicamente para el sistema sanitario español.
Hicimos un estudio de concordancia y los hallazgos más relevantes fueron que España y, en particular, la Comunidad de Madrid están en un desarrollo inicial de la práctica avanzada. La formación de los profesionales se recibe fundamentalmente en los hospitales, ya que no hay un recorrido curricular formal establecido, ni a nivel autonómico ni nacional. Los resultados se pueden equiparar a los de otras comunidades autónomas, pero, al comparar con países donde la práctica avanzada está consolidada, las competencias de la Comunidad de Madrid son menos desarrolladas. Además, el estudio de concordancia entre las dos escalas mostró una muy buena correlación, validándolas para medir la práctica avanzada desde perspectivas diferentes.
El hallazgo más relevante de la tesis fue proponer cómo avanzar. Aunque no copiemos modelos de otros países, es fundamental que la práctica avanzada se desarrolle apoyándose en tres pilares básicos: el primero, las sociedades profesionales (incluyendo al colectivo médico, ya que hay competencias solapadas). Por otra parte, las instituciones sanitarias, como los hospitales. Y, en tercer lugar, las universidades, para desarrollar contenidos curriculares específicos.
“Es fundamental que la práctica avanzada se desarrolle apoyándose en tres pilares básicos: las sociedades profesionales, las instituciones sanitarias y las universidades”
La cuarta pata serían las autoridades sanitarias, como consejerías o, idealmente, el Ministerio de Sanidad, para coordinar a nivel nacional. Y dado las 17 comunidades autónomas tienen legislaciones adaptadas a sus realidades, sería imposible avanzar a la misma velocidad, como sí ha podido hacerse en países como Canadá. Entonces, por un lado, sería necesario desarrollar un currículo formal y, posteriormente, medir si estas iniciativas tienen un impacto positivo en los resultados clínicos de los pacientes.
¿Qué mejoras espera que este proyecto impulse en la implementación y reconocimiento de la enfermería de práctica avanzada en la Comunidad de Madrid?
Una vez desarrollada la herramienta, debemos evaluar si cumple su objetivo: tener un impacto positivo en los pacientes. Esto requiere una iniciativa sólida, con personal formado y avalado en competencias claras. En la actualidad, esto es complicado, ya que los hospitales tienen iniciativas diversas y aisladas que, aunque parezcan iguales, no lo son. Por ello, sería necesario que las sociedades profesionales, las instituciones sanitarias, las universidades y las autoridades trabajaran juntas para desarrollar un modelo específico.
Por último, ¿qué mensaje lanzaría a otros profesionales del sector para inspirarles y animarles a formar parte de proyectos de investigación dentro del ámbito de la enfermería?
La investigación es un camino arduo. Actualmente tengo cuatro proyectos en marcha, y además es cierto que la enfermería no ha estado históricamente muy involucrada en la investigación. Esto se debe a que accedimos a los programas de doctorado más tarde que otras profesiones y no hemos desarrollado una cultura profesional de investigación.
“Debemos avanzar, formar redes y establecer grupos de trabajo en foros, sociedades profesionales e instituciones sanitarias”
Sin embargo, debemos avanzar, formar redes y establecer grupos de trabajo en foros, sociedades profesionales e instituciones sanitarias. La conexión entre la investigación y la práctica clínica es evidente, y cuanto más investiguemos, mayor será la calidad de nuestra atención.