En España se prescriben inhibidores de la bomba de protones en un 70% por encima de la media europea

Los fármacos inhibidores de la bomba de protones (IBP) se utilizan en el manejo de las enfermedades relacionadas con la secreción de ácido clorhídrico del estómago como úlcera gástrica, úlcera duodenal, enfermedad por reflujo gastroesofágico o infección por ‘Helicobacter pylori’.

Estos medicamentos, actúan en las paredes del estómago bloqueando o disminuyendo la secreción del ácido clorhídrico necesario para deshacer los alimentos.

Los IBP, como el omeprazol, son uno de los grupos farmacológicos más prescritos en el mundo, y es que en el caso de este fármaco -omeprazol-, es el segundo más prescrito después del paracetamol y por delante del ibuprofeno.

Sin embargo, se considera que en España entre el 54% y el 69% de las prescripciones de IBP son inadecuadas. ¿El motivo? Aparentemente sería la consideración de los IBP como un simple protector gástrico sin prácticamente efectos adversos, lo que ha disparado su utilización en muchos casos sin una indicación “clara” o por síntomas no asociados a una hipersecreción ácida.

En España se prescriben IBP en un 70% por encima de la media europea, por lo que desde la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD) se subraya la necesidad de utilizar los IBP “solo cuando estén indicados”, por el tiempo necesario, y la dosis mínima “eficaz” y con prescripción facultativa.

Por lo general, los IBP son un grupo farmacológico seguro con efectos adversos en su mayoría leves, como cefalea, estreñimiento, diarrea, dispepsia y erupciones cutáneas. Otros efectos “más raros y potencialmente graves”, como la hipomagnesemia sintomática, deben ser evaluados de forma personalizada por el facultativo. Así, en los pacientes con déficit de magnesio, el tratamiento con IBP debe individualizarse y tratarse con dosis mínimas y suplementos de magnesio si es necesario.

También pueden producirse interacciones con otros fármacos por distintos mecanismos. Así ocurre con los fármacos antiagregantes o con los nuevos agentes antivirales directos, como sofosbuvir o ledipasvir, para el tratamiento de la Hepatitis C. En estos casos se precisa una “cuidadosa” evaluación de las potenciales interacciones entre medicamentos para prevenir efectos adversos o riesgos innecesarios de fracaso terapéutico con un seguimiento constante y riguroso por parte de los facultativos.

Efectos secundarios graves si la administración es continuada y a largo plazo
Partamos del hecho de que el omeprazol es “seguro” si la indicación, dosis y tratamiento son “adecuados”. Ahora bien, ¿cuándo se torna la situación?

Los efectos secundarios, estos son potencialmente graves si la administración es continuada y a largo plazo, y es que puede manifestarse déficit de vitamina B12 y magnesio, demencia o daños neurológicos, aumento del riesgo de fracturas óseas, especialmente de cadera en personas mayores, mayor riesgo de enfermedades entéricas y neumonía, complicaciones en pacientes con cirrosis hepática o la interacción con algunos medicamentos que inhiben la formación de coágulos en enfermedades coronarias y cerebrovasculares.

No es la primera vez que se asocia el consumo de omeprazol con poner en riesgo la salud, y es que el año pasado una investigación llevada a cabo por la Universidad de Stanford en Estados Unidos, y publicada en PLoS ONE relacionaba el uso de omeprazol con un mayor riesgo de padecer infartos cardiacos. En concreto, se observó que aquellas personas que tomaron omeprazol durante dos semanas, el riesgo de sufrir un infarto de miocardio aumentó entre un 16 y un 21%.
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