Desfibriladores portátiles, ¿suplantando a los profesionales?

Me vais a disculpar, pero no entiendo la moda de cardioproteger cualquier sitio público, colocando desfibriladores por todos lados. Se me antoja que hay una relación con la moda de monitorizarnos con todo tipo de “wearables” (o “tecnologías ponibles” en castellano): relojes, apps… queremos saber tensión, glucosa, todo por un miedo a enfermar que en mi opinión nos lleva a una somatización de cualquier situación o molestia que sintamos. Hace poco alguien me comentaba que hay más de 69.000 desarrollos tecnológicos en busca de problemas. Como sociedad creo que, basados en el miedo a enfermar, nos estamos volviendo hipocondriacos.

Volvamos al asunto de los desfibriladores. Este medio publicaba hace poco que uno cada tres hoteles españoles tiene un desfibrilador en sus instalaciones. Lo curioso es que según un estudio de una de las empresas que se dedica a ello, hasta el 73% de los turistas internacionales prefiere alojarse en establecimientos hoteleros cardioprotegidos. Parece que la hipótesis del exceso de cuidados puede tener sentido.

A mí me surgen muchos interrogantes al respecto. Espero no tener que encontrarme en algún hotel o sitio cardioprotegido cuando alguien cerca de mi le dé un infarto. O mejor dicho, que le dé algo que parezca un infarto, porque mi respeto por la medicina y sus profesionales me impide suplantarles y lanzarme a realizar diagnósticos, por aquello de poder equivocarme. ¿Y si ese paciente tienen alguna patología que complica la actuación? ¿O toma algún tipo de medicación que afecta a la actuación? ¿Y qué otras circunstancias sobrevenidas y específicas del paciente pueden venir a complicar la escena?

Mi segunda duda es los riesgos de proceder a la utilización de los mismos. Cada vez que me dicen que es muy sencillo me viene a la mente cierta empresa de muebles montables que también nos insisten en que son muy sencillos de montar, lo que me hace sentirme bastante torpe. En cualquier caso, no creo que con un curso de seis horas se puedan garantizar una actuación ausentes de riesgos.

Sigamos con la reflexión, supongamos que finalmente alguien se decide actuar bajo un más que respetable sentido humanitario. Pueden ocurrir que logre reanimar al afectado, lo cual todo serán parabienes para todos, pero no es descartable la posibilidad que el afectado fallezca a pesar de los esfuerzos. Porque era imposible salvarlos o por una actuación dudosa. ¿Qué sensaciones se le queda al buen samaritano? ¿Qué sentimientos de culpa le acompañaran el resto de sus días?

Lamento no poder compartir que esto sea una buena idea, porque sería una incoherencia defenderlo cuando en las autoevaluaciones de seguridad del paciente que realizamos en los hospitales abogamos porque se trabaje en definir, escribir y aplicar “como” hay que actuar ante diferentes circunstancias y como no hacerlo, pues lo más importante que se hace en cualquier centro sanitario es trabajar hacia una medicina segura. Y no termino de ver la seguridad en la cardioprotección. Si es por ignorancia, estaré encantado de salir de ella si alguien se ofrece a ilustrarme al respecto.
..Antonio Burgueño Jerez

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