Publicado en El País En 1999, el adolescente estadounidense Jesse Gelsinger murió en un ensayo clínico de terapia génica. Un año después, un equipo de investigadores franceses trató a 11 niños con una inmunodeficiencia grave (SCID, los conocidos como niños burbuja) y consiguió un éxito parcial, pero dos de los pacientes desarrollaron leucemia por culpa del virus utilizado para introducir el gen correcto en sus células. Aquellas muertes retrasaron más de una década la llegada a los pacientes de unos tratamientos que habían despertado una expectación desmesurada y hasta el año pasado no se aprobó la primera terapia génica en EE UU. Durante los últimos años, el CRISPR, un sistema de edición genética que puede ayudar a corregir defectos como los que provocan muchas enfermedades raras o a modificar nuestro sistema inmune para que combata mejor el cáncer, también ha generado un gran interés.