Publicado en El País
“Somos padres de una maravillosa hija de un año y ocho meses, y estamos esperando nuestra segunda hija. En una analítica rutinaria ya cercana al tercer trimestre, nos sale un indicador extremadamente alto: citomegalovirus. Mi mujer no quiere alarmarse y se dice: “No voy a mirar por internet”. A los cinco minutos, ya está buscando y lo que ve la deja helada: un virus que puede infectar al feto y causar gravísimos daños al bebé. Según nos vamos informando la preocupación se vuelve indignación. ¿Por qué nadie nos ha avisado?”, se preguntaba hace unos días un lector, Antonio Alonso, en una carta a la directora de este periódico. “Nos hablan del síndrome de Down, del alcohol, la leche pasteurizada, los gatos, la carne cruda, y del citomegalovirus ni una sola palabra”. Este padre tiene razón. El citomegalovirus, emparentado con la varicela y el herpes, es la causa más frecuente de infección congénita en los países desarrollados. En España no hay datos, pero los cálculos de la Sociedad Española de Infectología Pediátrica hablan de una prevalencia estimada del 0,5% de los embarazos, por lo que, con los 391.930 nacimientos que hubo en 2017, habría 1.960 infectados, de los cuales 314 tendrían secuelas a largo plazo, como sordera, retraso mental o, en casos extremos, parálisis cerebral. Y, sin embargo, el virus es un gran desconocido para la sociedad.