Publicado en El País
Todo el mundo siente un pequeño escalofrío al entrar en un hospital. Si no es ese olor penetrante a química desinfectante es el tacto áspero de las sábanas de ribete azul. Si no es ese puré insípido e incoloro es el sonido de los monitores o los zuecos de las batas verdes golpeando el terrazo. Los cinco sentidos trabajando de mil maneras para recordarte que estás en un lugar frío y hostil. Todo ello muy a pesar de los esfuerzos pacificadores de los maravillosos profesionales que suelen habitar allí. En realidad los sentidos son cómplices de tus (malos) recuerdos, tratan de rescatar ese dolor escondido, esa experiencia traumática imaginada, propia o familiar que pasaste o barruntas que algún día vivirás allí.