..Antonio Burgueño Jerez
No es la primera vez que escribo en este medio sobre el consentimiento informado. Si bien en aquella ocasión refería la importancia del mismo, ya lanzaba un guiño hacia el giro de pasar de conceptualizar el consentimiento informado como “un documento a firmar” a hacerlo como una consecuencia de un proceso con repercusiones múltiples.
El consentimiento informado está lejos de ser la entrega de un mero papel. La firma de dicho documento es la consecuencia de un proceso donde el paciente y sus familiares toman conciencia de la realidad de las actuaciones medicas a las que se van a someter al paciente.
Un proceso que pasa por informar correctamente al paciente, lo que supone, entre otras cuestiones, dimensionar las expectativas (para bien o para mal) y hacerle partícipe de la toma de decisiones de las acciones a realizar en el proceso asistencial al que se le pretende someter. Es, en definitiva, hacer un ejercicio de respeto hacia el paciente que tiene como consecuencia el consentir las actuaciones clínicas, el cual se refleja en un documento denominado “consentimiento informado”.
Por tanto, el proceso de información para la obtención de un consentimiento final por parte del paciente es de obligado cumplimiento para una buena praxis clínico-terapéutica. Proceso que requiere de un “saber hacer”, de unos procedimientos y de una gestión documental exquisita.
El proceso de información para la obtención de un consentimiento final por parte del paciente es de obligado cumplimiento para una buena praxis clínico-terapéutica
Proceso que empieza con la determinación, actualización y correcto registro de los modelos documentales a utilizar, pues es vital que la información que contiene sea la adecuada y de redacción sencilla y comprensible para todos.
Supone, por tanto, mucho más que guardarlos en un cajón o en un archivo de ordenador, pues los modelos deben ser revisados según procedimientos y criterios que se determinen previamente. Sin olvida generar los registros que evidencien que todo se hace correctamente.
Con el paciente, si se quiere hacer bien, hay que realizar un proceso detallado y procedimentado de información, entrega y cumplimentación. Y debe ser realizado por el propio médico. No por terceros, por tanto. Esta es “la madre del cordero”, y es donde se genera una confianza en el paciente para lograr su consentimiento (más allá de una firma, por muy importante que esta sea).
Una vez comprobado que la información al paciente es la adecuada en cantidad y forma, y una vez cumplimentado el documento que así lo refleja, es muy importante su correcto almacenamiento y custodia. Esto es vital tenerlo bien gestionado, ya sea en formato electrónico o en formato tradicional, o sea, papel. Cuestión esta vital tanto por su futuro posible uso como por la protección de datos.
Hay que realizar un proceso detallado y procedimentado de información, entrega y cumplimentación
Como todo, el éxito o fracaso de este proceso depende, además de una correcto diseño y organización del mismo y del saber hacer de los profesionales, de la cultura de la gestión del consentimiento entre los profesionales, y también entre los pacientes.
Informar bien, comunicar correctamente, no es fácil, pero bien realizado es, además, un gran paso para la humanización de la asistencia sanitaria, tan importante siempre y tan de moda en nuestros días.