Investigación básico-clínica: el ejemplo del profesor Jesús Vaquero. Antonio G. García

farmacología

..Antonio G. García. Catedrático Emérito de Farmacología de la UAM y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
En mis artículos de la revista, desafortunadamente extinta, Noticias Médicas publiqué algunas reflexiones sobre la separación artificial entre ciencia básica y ciencia clínica. Antaño, cuando algún farmacólogo clínico me comentaba que la farmacología básica hecha en el laboratorio era una cosa y la farmacología clínica era otra, me quedaba estupefacto ante tal grado de ignorancia. ¿Acaso James Black separó ambas actividades, básica y clínica, para llegar al propranolol?

En una de mis visitas a los Institutos de Salud Pública de los Estados Unidos (NIH, del inglés “National Institutes of Health”), el doctor David Klein me mostró detenidamente algunos laboratorios, el animalario y, lo que más me impactó, el hospital con las camas de los enfermos a un lado del pasillo y los laboratorios en el lado de enfrente. El clínico iba de la cama del paciente al laboratorio y, con sus colaboradores preclínicos, diseñaban y hacían experimentos en los modelos animales de las enfermedades que afectaban a sus pacientes. Eso mismo ha hecho el profesor Jesús Vaquero Crespo durante décadas, en el madrileño Hospital Puerta de Hierro, en el campo de los marcadores tumorales y del traumatismo de la médula espinal.

Me he asomado a PubMed y he identificado una serie de artículos del grupo de Jesús, publicados en el periodo 2006-2018 en revistas internacionales de neurociencia, neurocirugía, trasplantes, citoterapia o histopatología. Los artículos iniciales versan sobre la terapia celular con células estromales de la médula ósea en ratas parapléjicas con lesión de la médula espinal. En otros artículos posteriores se describen experimentos realizados en un modelo animal más cercano al humano, el minicerdo; en este modelo, el grupo estudió la recuperación de ciertos parámetros sensoriales producidos por trasplantes autólogos de células estromales de médula ósea, en minicerdos parapléjicos.

En otros artículos se comunica el tipo de soporte más adecuado para la supervisión y diferenciación de células estromales de médula ósea humana. Y en los más recientes, el grupo ya ha dado el salto a la clínica con estudios relacionados con la administración intratecal de células estromales de médula ósea del propio paciente para comprobar primero su dosificación y seguridad y luego sus efectos positivos sobre el dolor neuropático, la sensibilidad dolorosa y la función motora de pacientes parapléjicos por traumatismo de la médula espinal.

El reto terapéutico en pacientes con lesión de la médula es enorme y la desesperación que rodea a pacientes y familiares los conduce a tratamientos que carecen de rigor científico

Es cierto que el reto terapéutico en pacientes con lesión de la médula es enorme. Estos pacientes, generalmente jóvenes, están condenados a una incapacidad motora permanente. Como mencionan el profesor Vaquero y sus colaboradores en un reciente artículo (Cytotherapy 2016; 18: 1025-1036), la desesperación que rodea a pacientes y familiares los conduce a tratamientos que carecen de rigor científico y metodológico. En este contexto, cabe resaltar que la terapia celular es prometedora; sin embargo, debe considerarse que esta estrategia todavía está rodeada de incertidumbre, con cuestiones como la disparidad de protocolos, la selección de los pacientes, el tipo celular, la dosis y la vía de administración.

La pauta investigadora seguida por el grupo del doctor Vaquero ha sido impecable: de lo básico a lo clínico, de la cama del paciente al modelo animal, de la hipótesis al experimento, de la prueba al error y viceversa. Esto requiere tiempo, paciencia, organización de un equipo pluridisciplinar, dedicación, entusiasmo a raudales, y perseverancia y medios.

La pauta investigadora seguida por el grupo del Dr. Vaquero ha sido impecable

El equipo neuroquirúrgico del Puerta de Hierro ha cultivado estas cualidades en abundancia, si bien es verdad que Jesús me confesaba en algún momento que los medios de que disponía eran limitados. Por ello, Jesús empleó gran cantidad de su tiempo en la búsqueda de recursos para poder desarrollar esta línea de investigación, que tanto impacto social, económico, familiar y sanitario tiene.

Una faceta importante del doctor Vaquero, como neurocirujano que practicó la ciencia básico-clínica, era el entusiasmo. Abusé muchas veces de su generosidad invitándole a impartir conferencias sobre su trabajo en distintos foros. Hace unos años nos acompañó en Santander en una de las ediciones de la Escuela de Farmacología “Teófilo Hernando”, en el marco de los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Su disertación ante unos 40 alumnos, doctorandos y posdoctorandos, y media docena de científicos, fue ejemplar.

La presentación racional de sus experimentos básicos, que conducirían al paciente, fue extremadamente atractiva para todos. Pero lo más interesante, si cabe, fue el coloquio intenso que siguió a su conferencia, con los jóvenes aprendices de científicos bombardeando a Jesús con sus inquisidoras preguntas. También Jesús impartió algún seminario de investigación en el Instituto Teófilo Hernando de I+D del Medicamento / Departamento de Farmacología y Terapéutica de la Universidad Autónoma de Madrid, así como en nuestros másteres profesionales de I+D del medicamento.

Nunca le vi adoptar una actitud triunfalista, a pesar de que sus esfuerzos por encontrar una solución para los pacientes parapléjicos empezaban a dar sus frutos. Todo lo contrario, sus conclusiones eran siempre realistas y estaban impregnadas de humildad y prudencia, pues él, mejor que nadie, conocía la dificultad de regenerar el tejido dañado, así como de tender puentes en la lesión medular para el paso de los axones descendentes y ascendentes en la médula espinal.

El profesor Jesús Vaquero Crespo ha sido un ejemplo de la integración de la investigación básica y la clínica

Creo que el profesor Jesús Vaquero Crespo ha sido un ejemplo de la integración de la investigación básica y la clínica, esa asignatura pendiente que en España no hemos podido superar. A pesar de las redes de investigadores, de los institutos de investigación sanitaria, o de la plataforma de ensayos clínicos, falta una política clara por una ciencia española equiparable, al menos, a la media europea en financiación e infraestructuras. En cuanto a la dicotomía ciencia básica y ciencia clínica me atrevo a afirmar que es irreal. El alzhéimer no se va a curar haciendo cientos de ensayos clínicos que han fracasado o buscando más y más marcadores. Habrá alguna esperanza cuando comprendamos el origen y la historia natural de la enfermedad, que solo lograremos con más ciencia básica.

En fin, inesperadamente nos dejó el profesor Jesús Vaquero Crespo víctima, paradójicamente, de un ictus hemorrágico; él que trató tantos pacientes con este problema, no pudo superarlo. Ahora nos queda la incógnita de seguir su estela integradora básico-clínica, que sus colaboradores sabrán continuar.

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