Tesis doctoral. Antonio G. García

cuaderno-laboratorio

..Antonio G. García. Catedrático Emérito de Farmacología de la UAM y presidente de la Fundación Teófilo Hernando.
Francesco Calzaferri ha estado diseñando y sintetizando nuevas moléculas que reconozcan con selectividad uno de los numerosos receptores purinérgicos cuyo agonista endógeno es el ATP; se trata del denominado receptor P2X7 que, con este misterioso acrónimo, parece más bien una clave para una trama de espionaje con suspense. Bueno, de hecho, el conocimiento de este receptor está rodeado de misterio y controversia a pesar de que está siendo investigado por un gran número de científicos, académicos y de la industria farmacéutica. Este interés se debe a que el P2X7 ocupa un papel central en la activación del inflamasoma; en altas concentraciones, resultado de una lesión tisular, el ATP lo estimula provocando el despertar de los procesos inflamatorios. Por ello, se plantea la hipótesis de que su bloqueo farmacológico con un antagonista podría exhibir notables efectos antiinflamatorios, periféricamente en la artritis reumatoide o la enfermedad inflamatoria intestinal y centralmente en la depresión, la esquizofrenia o las enfermedades neurodegenerativas pues, todas ellas, cursan con neuroinflamación y activación de la microglía y la astroglía.

Un doctor ha vivido directamente la práctica del método científico durante 3 o 4 años

Por otra parte, Cristina Ruiz investiga su potencial efecto neuroprotector y modificador del curso de la enfermedad en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Para ello, utiliza una colonia de ratones transgénicos que establecimos en nuestro animalario partiendo de unas parejas que nos regaló amablemente el profesor Josep Esquerda, de la Universidad de Lérida. Los ratones son portadores de una mutación del gen que expresa la superóxido dismutasa 1 (SOD1G93A), que se ve con cierta frecuencia en algunos pacientes de ELA. Cuando alcanzan la edad de 3 meses, los ratones han perdido la mitad de las motoneuronas de la médula espinal y comienzan a sufrir una parálisis progresiva de sus miembros posteriores; mueren a los 5-6 meses de vida y remedan con cierta proximidad la ELA humana.

Cristina diseñó un experimento que recuerda el protocolo de un ensayo clínico para administrar, ciega y aleatoriamente, un bloqueante de receptores P2X7 a un grupo de 20 ratones el vehículo y a otro grupo el antagonista. Terminados los meses de administración de los fármacos durante los cuales midió la evolución fenotípica de la enfermedad (función motora y neurológica), tomó muestras de médula espinal y corteza motora para analizar varios marcadores de ELA. En dos de estos estudios, que han tenido ocupada a Cristina durante 2 años, utilizamos dos compuestos con alta potencia para bloquear los receptores P2X7 cerebrales, que nos facilitaron los neurocientíficos de Janssen-Cilag (Johnson and Johson) Marc Ceusters (Beerse, Bélgica) y Anyndya Bhattacharya (San Diego, EE. UU.).

El doctor tiene en sus manos un problema que debe resolver con la observación, el planteamiento de una hipótesis y los experimentos necesarios para someterla a escrutinio

Francesco y Cristina son dos de los 14 estudiantes de doctorado que están finalizando sus tesis doctorales y su formación científica en el marco de un proyecto europeo Marie-Curie/Horizonte 2020, del que formamos parte nueve investigadores principales del Reino Unido, España, Hungría, Irlanda y Alemania, con asesores externos de otros países. Este programa de la Comisión Europea pretende formar nuevos doctores para intentar recuperar el liderato científico del que otrora gozó Europa. La idea es buena, pues además de desarrollar un proyecto de investigación original, los doctorandos deben hacer estancias en otros laboratorios, asistir a cursos especializados en los distintos países de la Red y formarse en aspectos académicos e industriales del quehacer científico, es decir, la proyección del laboratorio a la clínica.

El grado de doctor imprime carácter. Así lo sentían hace siglos en las universidades de Salamanca, Bolonia y Oxford. Pero no es preciso alejarse tanto en el tiempo pues ahora también, al hacerse doctor, un joven inquieto y con ideas claras se ha metido de lleno en el mundo científico, con el rigor y la clarividencia del método que nos enseñaran el fisiólogo Claude Bernard y el histólogo Santiago Ramón y Cajal. El doctor despierta respeto y, en principio, abre puertas profesionales que están vedadas para el no doctor, por ejemplo, la Academia y muchos puestos de más responsabilidad en medios sanitarios y en la industria farmacéutica.

En el último medio siglo, no hemos sido capaces en España de darnos un sistema de evaluación de la tesis doctoral y el doctorando, que discrimine entre el bueno y el mediocre

He estado en comisiones evaluadoras tesis doctorales dentro y fuera de España y, tras décadas en el oficio, he sacado la conclusión de que en nuestra tierra no se evalúa el proceso de tesis doctoral con el rigor y la consideración que merece. No hay sistema perfecto, pero, por ejemplo, en el University College de Londres, Michael Duchen me comentaba que la comisión evaluadora, formada por tres miembros, se encierra a solas con el doctorando sin límite de tiempo y ausencia del director la tesis. En la Universidad de Nueva York he presenciado la presentación y defensa de tesis doctorales, que duraban todo el día; y eso, tras haber celebrado una predefensa de la tesis un año antes, en la que los miembros de la comisión sugerían nuevos experimentos al doctorando. En la Universidad de Amberes formé parte de una comisión evaluadora en la presentación de una doctoranda; la defensa de su tesis duró horas.

Pero el valor de una tesis doctoral no lo da solo el procedimiento de presentación y defensa, sino su contenido y la publicación del mismo en revistas de relieve. Poco vale un trabajo de tesis si acaba escondido en la biblioteca de la universidad y no se airea. Cuentan que Isaac Newton tuvo guardados en un cajón durante 20 años sus Principia sobre las leyes universales de la gravedad, antes de darlos a conocer. Newton podía permitirse ese lujo, pero hoy estamos “esclavizados” en un círculo vicioso de “o publicas o pereces”; la tesis tiene que ver la luz incluso antes de presentarse. Curiosamente, hasta no hace mucho, en España no se podía publicar la tesis antes de presentarla; hoy, si no se publica antes, no puede presentarse.

Una garantía de la calidad y originalidad de una buena tesis es su publicación en revistas científicas de relieve

Las tesis de Cristina y Francesco se han precedido por las de otros 70 doctores que han pasado por mis laboratorios de las universidades de Valladolid, Alicante y Autónoma de Madrid. Todas las tesis, excepto una, recibieron la máxima calificación de sobresaliente cum laude. Cualquier profesor sabe que un examen con preguntas fáciles no discrimina y, por lo tanto, no separa el grano de la paja, el buen alumno del mediocre. No es creíble que, a lo largo de 50 años de dedicación al laboratorio, los 70 jóvenes colaboradores que han realizado sus tesis doctorales con mi tutela tengan el mismo nivel de capacidad, esfuerzo, pensamiento crítico y conocimiento del tema. Si el sistema académico que les evaluó no fue capaz de distinguir a unos de otros está claro que no es válido; y un experimento longitudinal de 50 años de duración es difícil que no produzca datos concluyentes.

El doctor abre más puertas profesionales porque está más preparado para desempeñar tareas de más responsabilidad en la sociedad, tareas que requieren pensamiento crítico, capacidad de razonamiento y análisis, agudeza en la observación y análisis objetivo de los datos para resolver un problema

Para avanzar en los fallos del proceso evaluador podría, por una parte, recurrirse a las revistas en las que se han publicado los estudios de cada tesis de más o menos peso científico. Y, por otra parte, podríamos recurrir al análisis de la carrera de cada doctor, desde la cátedra universitaria dentro y fuera de España hasta la investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas; o desde la industria farmacéutica y las unidades de investigación clínica en hospitales hasta el trabajo como monitores de ensayos clínicos o incluso en trabajos administrativos. Obviamente, cualquier trabajo que guste y permita vivir con decoro es respetable por igual. Pero deberíamos aceptar que el doctor por una universidad estará más preparado para desempeñar tareas de más responsabilidad en la sociedad, tareas que requieren pensamiento crítico, capacidad de razonamiento y análisis, agudeza en la observación y capacidad de analizar con objetividad los datos que permitan llegar a la solución de un problema. No siempre, pero con frecuencia, estas aptitudes se adquieren con más solidez en el marco de la práctica del método científico con la realización de una tesis doctoral.

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