“Tristán e Isolda” de Wagner triunfa en el Teatro Real

“Tristán e Isolda”, obra lírica en tres actos, con música y libreto en alemán de Richard Wagner, que no quiso definirla como ópera sino como “drama musical”, tras siete años, vuelve de nuevo al Real con una producción propia diseñada por el director de escena Peter Sellars, en la que interviene de forma muy directa el especialista en realización de vídeos Bill Viola con una extraordinaria producción que, sin pretenderlo, gracias a la poderosa expresividad de su delicada concepción se convierte prácticamente en el protagonismo de la obra La Junta de Amigos del Real, a través de las donaciones de sus miembros, es la patrocinadora de las mismas.

Las ocho representaciones previstas de esta producción se alternarán al final con la ópera de Charles Wourinen, “Brockebuck Mountain” –encargada por el Real- cuyo estreno mundial tendrá lugar el 28 de enero.
Las influencias de la poesía germánica medieval, entre las que se encontraban el Cantar de los Nibelungos, el Parsifal de Wolfran Escheinbach, las composiciones románticas alemanas del siglo XIX y el Renacimiento, así como la influencia que en el compositor ejercieron las ideas filosóficas de Arthur Schopenhauer, pueden considerarse como los antecedentes inmediatos de esta composición, así como sus numerosas aventuras personales, especialmente la amorosa vivida con Mathilde, esposa de Otto Weesendock, uno de sus muchos mecenas.

A pesar de estar ya dedicado a la composición de “El Anillo”, Wagner, se interesó tanto por la leyenda de Tristán e Isolda, que decidió hacer un hueco para acometer la preparación de su propia historia tomando como modelo el romance de Godofredo sobre este personaje, que se basaba a la vez en otra trama medieval anterior centrada también sobre la figura de Tristán, divulgada en francés por Thomas de Bretaña. Aún cuando, según uno de sus biógrafos, lo que a Wagner realmente le decidió a acometer su preparación fue el fracaso que con ella había sufrido su amigo Karl Ritter.

Tras una fuerte depresión anímica y en pleno romance con Mathilde, para justificar su nuevo trabajo, Wagner le escribía a Liszt: ”En mi existencia jamás he disfrutado de la auténtica dicha del amor, así quiero ahora dedicar al más bello de todos los sueños un monumento donde, desde principio a fin, se sacie plenamente de una vez. He esbozado en mi cabeza un nuevo Tristán e Isolda, con la más sencilla pero a la vez más vigorosa de mis concepciones musicales. Con la “bandera negra” de sus velas que ondean al final me cubriré después para morir”. Lo recuerda el musicólogo Angel Fernández Mayo.

El lenguaje musical de Tristán se caracteriza por su elevado cromatismo e inestabilidad tonal, tanto en el aspecto melódico como en su armonía. Todo puesto al servicio de la intensificación de la expresividad y la tensión emocional que envuelven su historia. Son las ideas de fondo con las que compuso esta ópera en la que, desde el preludio, todo es un puro anhelo hacia la música. Una pasión amorosa hecha sonido. Para muchos es la música más sensual, atractiva y conmovedora que para la escena se ha escrito, especialmente por el anhelo de amor y muerte que se respira en los dos actos finales, unas melodías que marcaron el principio de la ruptura de la tonalidad, que muchos compositores posteriores adoptaron. Destacan el gran dúo entre los protagonistas del 2º acto, los monólogos del rey Marke y el aria final de Isolda tras la muerte de Tristán.

Para Bill Viola, el Tristán e Isolda de Wagner es una historia de amor tan poderosa y profunda que rompe todas las fronteras físicas de los amantes. Para alcanzar el apogeo de este amor, los protagonistas tienen que ir más allá de la propia vida. Este es el tema: la naturaleza espiritual del amor humano.

El escritor Andrés Ibáñez considera que es también la música de la espera. En el primer acto, el rey Marke espera la llegada de Isolda al castillo de Cornualles para casarse con ella. En el segundo es Isolda la que espera a Tristán que deberá reunirse con él en secreto. En el tercero, Tristán, herido y moribundo, espera a Isolda, cuyo barco debe llegar en cualquier momento. Con las velas negras desplegadas si no la lleva a ella y blancas si va en él.

Tristán e Isolda es una ópera que encierra muchas dificultades para su puesta en escena, tanto para los intérpretes instrumentales como para los vocales Los personajes de Tristán e Isolda, escritos para tenor y soprano dramática están considerados como de los más difíciles de la literatura operística y uno de los más duros para la soprano, que tiene que hacer gala de una gran preparación y fuerza física para, después de casi cuatro horas de durísima interpretación, acometer su famoso pasaje de la muerte de Tristán con el que culmina la obra.

A pesar de ello según las estadísticas de “Operabase”, es una de las obras más populares y estimadas por los aficionados wagnerianos. Aparece con el nº 39 de las cien óperas más representadas durante el periodo 2005-20010

Tres protagonistas
Esta versión del Real, que es una nueva producción de la estrenada en el año 2005 para la Opera de Paris, cuenta con tres protagonistas; Marc Piollet y la orquesta titular del Teatro; el extraordinario elenco y el vídeo de Bill Viola.

Marc Piollet dirigió a la orquesta titular del Teatro con una precisión y sensibilidad extraordinarias, consiguiendo de ella una sonoridad dotada de un profundo sentimiento y unas tonalidades impregnadas de un gran sentido artístico y expresividad. Lo mismo que los intérpretes vocales, todos poseedores de unas voces elegantes, profundas y gran personalidad, especialmente el bajo Franz-Josef Selig (rey Marke), que atractivos y brillantes resultaron sus dos grandes y difíciles monólogos, igual que el tenor Robert Dean Smith (Tristán) dotado de una gran precisión y belleza tímbrica y emocional, así como Violeta Urmana (Isolde) especialmente en su gran prueba final, la muerte de Tristán, “mild unde leise wie er Láchël”. El tercer gran protagonista ha sido, sin duda, el vídeo de Viola, técnicamente perfecto, no puede ser ni más claro, ni más delicado y expresivo en esa presentación de la evolución del de amor de los protagonistas que traspasa el umbral de la frontera humana para acercarse a la celestial. Su presencia escénica ha servido, además, para que el espectador pueda seguir con más interés y atención el a veces duro y largo discurso del libreto wagneriano.

Peter Sellars, en su concepción de la dirección de escena, con gran acierto, ha sabido concebir el desarrollo general de la acción combinando la sobriedad escénica, sin restarle un ápice de ese protagonismo al vídeo que con tanta delicadeza ha creado Viola, que se acompasa con total precisión al tempo que en cada momento va marcando Marc Piollet a la orquesta, sin olvidar la espectacularidad teatral de los grandes finales de los actos, especialmente primero y tercero. Probablemente esta producción se convierta en una referencia para futuras representaciones.

Opinión

Multimedia

Economía

Accede a iSanidad

Síguenos en