La pediatría estará marcada próximamente por los retos asistenciales, la formación, la investigación, la comunicación y el impacto social

El papel del médico en el siglo XXI no será esencialmente distinto al que pudiera corresponderle en el año 1999 ni al descrito por Hipócrates en el año 400 a.C. el pediatra del futuro tendrá que ser un profesional con saberes técnicos sólidos, que tenga consistencia para abordar las limitaciones y conflictos del niño y que en su actividad clínica sea, a la vez, capaz de generar conocimientos.

Hoy parece que tras un período de confusión y crisis, la situación de la pediatría en nuestro país es notablemente mejor que hace pocos años. Como idea general, es fácil defender que actualmente estamos en plena época de ‘especialismo’, lo que supone la noción de un conocimiento más profundo y detallado de aspectos monográficos o parciales de la pediatría. Sin embargo, existe un riesgo claro de llevar la pediatría a una especialidad ‘de órganos’, de subespecialidades fragmentarias y transversales, con la pérdida del conjunto, que es su razón de ser y de estar, dice en un comunicado la SEPEAP.

Cualquier peligro puede verse aumentado por la burocratización de nuestro trabajo. Desburocratizar poniendo a prueba las actividades puramente burocráticas, desideologizar algunos planteamientos de los sistemas sanitarios y profesionalizar la gestión, son tareas que tendremos que discutir y replantear los próximos años. Habrá que combatir la tentación de convertirnos en tecnócratas capaces de consumir grandes recursos y dar respuestas rápidas y eficientes a problemas médicos menores o inexistentes. Estamos obligados a poner como referencia la calidad del proceso asistencial, el uso adecuado de los servicios, la racionalización del gasto sanitario y la satisfacción del usuario. El control de calidad –la medida de nuestro trabajo y su evaluación– debe existir y hacerlo como condición de mejora en los servicios desde las previas condiciones de formación y reconocimiento, continua el comunicado.

Nuevos retos asistenciales
Los pediatras hablan cada vez más de nueva morbilidad, con la exigencia de potenciar la faceta psico-social de la Pediatría. Esta demanda tiene en cuenta la comprensión, el estudio y la prevención, el despistaje precoz y tratamiento de los diversos problemas funcionales que afectan a la conducta, desarrollo e integración social del niño y problemas neuro-psiquiátricos.

Además, reconocen que no hay más remedio que asumir una mayor preocupación por la adolescencia, las enfermedades de trasmisión sexual, las nuevas vacunas, la salud escolar y la prevención del fracaso escolar, de la violencia, la drogadicción y el alcoholismo infanto-juvenil, el maltrato y los desequilibrios nutricionales; hay que adquirir un mayor compromiso con la medicina comunitaria y un papel más participativo y de coordinación en el cuidado de los niños crónicamente enfermos y con problemas pluripatológicos. Además, los avances de la biotecnología aplicada a los alimentos van a constituir otro punto de interés y que ofrecerá nuevos conocimientos y aplicaciones para la pediatría. También debemos atender a la repercusión de los problemas ambientales sobre la salud, al diagnóstico y la terapia genéticos, a la prevención de las malformaciones congénitas y a las diferentes dudas que pueda plantear el niño con enfermedades oncológicas.

Las nuevas tecnologías tendrán un impacto y una proyección que impulsarán un nuevo manejo de todos estos cambios. La telemedicina, pasa por la reciente incorporación de los teléfonos inteligentes. La aparatología invadirá imparablemente el campo médico. Esta rápida evolución supondrá un gran costo y obligará a realizar una importante inversión y un uso más racional y priorizado de los recursos.

Los pediatras de la SEPEAP reconocen que “sentiremos la necesidad de darle una perspectiva de orientación moral y de valoración ética a las tensiones del niño ante la enfermedad y en su relación con el entorno familiar, escolar y social. Como pediatras deberemos responder cada vez más a esas situaciones de conflicto psicosocial de las familias y hacerlo con un sentido humano y desde el máximo rigor científico posible”.

El gran reto de la formación: enseñar de forma distinta
Ser un buen médico es mucho más que tener unos conocimientos de medicina, exige actualización y renovación continua. Hasta ahora la preparación del médico ha sido planteada dentro del marco de la formación continuada (FMC). Habría que impulsar la valoración crítica y los meta-análisis sobre esta formación, desarrollando sus contenidos desde la idea de FMC basada en la evidencia. Esta formación debe establecerse sobre dominios como los valores profesionales, habilidades clínicas, conocimientos médicos, comunicación con los pacientes y los compañeros, aspectos de salud pública, análisis crítico e investigación y manejo de la información. Habrá que enseñarla de una forma diferente (enseñanza por competencias y mediante el uso cada vez mayor de nuevas tecnologías docentes) y enseñarla a personas diferentes. Frente al concepto de Carrera Profesional se impondrá la idea de Desarrollo Profesional Continuo (DPC), que se basa fundamentalmente en la práctica y es para la práctica (in practice and on practice).

La Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP) tendrá que asumir el papel que le corresponde en la preparación de los nuevos pediatras. la práctica clínica basada en el empleo juicioso del conocimiento médico y del razonamiento clínico, junto con habilidades técnicas y de comunicación, aplicados con actitudes positivas y valores; permite a los médicos actuar beneficiando a los pacientes y a la comunidad a la que pertenecen. La formación basada en competencias se centra en el aprendizaje y requiere autoaprendizaje, autorreflexión y autoevaluación

Un marco para las habilidades y competencias del siglo XXI
La investigación, también clave para la mejora asistencial. tres funciones que para la competencia debe de desarrollar el pediatra de Atención Primaria (asistencial, docente e investigadora), La asistencia sanitaria ha de ser el primer objetivo, y la labor docente se reconoce como parte fundamental de nuestro trabajo. Sin embargo, la actividad investigadora tiene una menor relevancia. Desde la SEPEAP se han señalado aquellas razones que frenan la actividad investigadora por parte del pediatra de Atención Primaria y se ha declarado la necesidad de combatir esas limitaciones. Tendremos que ponernos de acuerdo y situar definitivamente las actividades de investigación como componente principal del perfil del pediatra, realizando periódicamente su cuantificación y con la implantación de su reconocimiento.

El reto de la información y la comunicación
La influencia decisiva de la información sobre el estado de salud de la población infantil tendrá dos vertientes principales: la referida a la información que condiciona las intervenciones médicas y la que influye en las actitudes de las personas como pacientes o posibles enfermos. La primera tendrá que ver con la medicina basada en la evidencia (MBE), disminuir la variabilidad en la práctica asistencial y para la contención del gasto sanitario. Sus procedimientos se irán imponiendo, aunque no está exenta de críticas como su apoyo en la estadística infraestimando la experiencia personal y la capacidad del médico frente a cada caso. Pero con la MBE y sin la experiencia y el factor humano, la práctica profesional puede correr el riesgo de ser reducida a una “metodología” o a una ecuación, siendo inaplicable o inapropiada para un paciente individual.

La segunda vertiente de la información médica tiene que ver con nuestra presencia en el ámbito de la opinión pública y de los medios de comunicación. Los médicos tendremos que ir aceptando que la medicina debe entablar un diálogo continuo con las comunidades en las que se practica y se halla inmersa. Debemos aprender a comunicar la ciencia. Los contenidos generados por los usuarios a través de blogs, sitios web personales y tecnologías de los medios sociales en línea se están expandiendo rápidamente y están multiplicando las informaciones. Las normas y recomendaciones, protocolos y códigos deontológicos deben adaptarse.

El uso inadecuado de estos medios puede resultar en daño a los pacientes y a la profesión, incluyendo violaciones de la confidencialidad; puede permitir la difamación de colegas o empleadores y la violación de los límites que determinan la propia naturaleza del acto médico. Los médicos tendremos que formarnos en este tema y extremar el cuidado en el uso de los medios sociales para asegurar que en ellos se mantienen los estándares profesionales, que son de imagen, de prestigio, de credibilidad y de un poder de influencia positivo.

Dimensión ética e impacto social
La sociedad española ha vivido en pocos años rápidos y significativos cambios sociales, jurídicos, económicos y políticos. En términos de derechos sanitarios se ha concedido una mayor competencia a la autonomía de los padres en los procesos de cuidado y crianza de sus hijos.

La prestación de la atención médica, el desarrollo de hábitos saludables personales y la creación de un entorno social más justo, tienen –todos y cada uno– el potencial de mejorar la salud. La SEPEAP, como institución representativa de la profesión pediátrica y de la salud infantil hasta el final de la adolescencia, quiere mejorar la organización de los servicios médicos infantiles, participando en la definición de sus obligaciones y el cumplimiento de las mismas. Asume la idea de la buena práctica médica, su función de abogado de la infancia y de apoyo de los valores profesionales. Ha manifestado repetidamente su compromiso con la mejora de los estándares y criterios de calidad en la atención médica infantil, comprometiéndose con la máxima seguridad del paciente. También con la promoción y auspicio de actividades de formación de la mayor calidad. En el ámbito de la bioética, en suma, mantendremos la referencia de los principios recogidos en nuestros propios estatutos, en las principales convenciones, acuerdos y declaraciones internacionales asumidas por el Estado español.

El pediatra del futuro, en suma, no sólo debe aspirar a ser un habilidoso clínico, sino también un eficaz docente, un investigador y un administrador eficiente de su tiempo y de sus recursos. Deberemos optar cada vez más por perfeccionar y desplegar habilidades en distintas áreas, ante los nuevos problemas y en las diferentes fases de nuestra vida profesional.

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