Conocer los errores de los sistemas de vacunaciones para mejorarlos

El manifiesto por una moratoria en la aplicación de la vacuna del papiloma que impulsan la Asociación de Afectadas por la Vacuna del Papiloma (AAVP) y que apoya el catedrático de Salud Pública Carlos Álvarez-Dardet, reúne en su primera semana casi 20.000 firmas. Estoy de acuerdo con Dardet en que esta vacuna está manchando la buena imagen de las inmunizaciones. Ahora la plataforma de médicos “No Gracias, explica en un editorial que no todas las vacunas son iguales.

Comienzan los médicos y profesionales sanitarios de No Gracias explicando que algunas vacunas han logrado un inmenso impacto en salud. Por ello, hay un grupo llamadas vacunas sistémicas que son recomendables universalmente. Incluyen las vacunas contra la poliomielitis, difteria, sarampión, rubeola, parotiditis, tosferina y tétanos.

Existen -continúan- otras vacunas recomendables en situaciones específicas; por ejemplo, contra la rabia, el rotavirus, la meningitis, el neumococo, la fiebre amarilla, la fiebre Q, el cólera, la tuberculosis y otras. Hay vacunas en desarrollo, muy necesarias, pero que hasta ahora no han logrado su comercialización pese a sus futuras ventajas; por ejemplo, la del paludismo y la del dengue.

Hay otras vacunas en las que existen pruebas que desaconsejan su uso en general, como las utilizadas contra la gripe y contra el virus del papiloma humano. Son vacunas que provocan más daños que beneficios y que sólo se justifican por el interés comercial de sus promotores (industrias, expertos y algunas ‘sociedades científicas’)”.

Algunas vacunas, como la del sarampión o la tosferina, producen inmunidad de grupo, de modo que los individuos vacunados forman una barrera que defiende a los que no se pueden vacunar o no tienen “defensas” (pacientes inmunodeprimidos, bebés en sus primeros días y otros). Algunas vacunas no tienen tal efecto -como la del tétanos o la de la rabia- pues sólo protegen a quien se vacuna.

Todos los medicamentos (y las vacunas lo son, aunque se ponen en personas por lo general sanas son fármacos preventivos) pueden dar problemas, tanto en salud pública (poblaciones) como en clínica (individuos). Así, por ejemplo, la vacuna de la fiebre amarilla puede ser obligatoria en determinadas áreas geográficas, por el beneficio a la población, pese a que algunos individuos puedan morir tras su vacunación, especialmente si son ancianos.

Las vacunas sistémicas también tienen problemas, como es de esperar, pues no hay medicamentos perfectos. De hecho, ninguna vacuna puede emplearse en la confianza de lograr un 100% de eficacia ya que siempre hay fallos vacunales, por motivos varios. Por ejemplo, ha sido y es un problema la baja calidad de algunos lotes de vacuna contra la parotiditis -las paperas- con los consecuentes brotes epidémicos al cabo de años.

Además, en muchos casos, con el tiempo decaen los anticuerpos (las defensas) que producen las vacunas. Por ejemplo, el tiempo medio de decaimiento de los anticuerpos es de 19 años para la vacuna de la difteria. La vacuna contra la difteria es, pues, una vacuna necesaria pero deficiente. Lo esperable es que con el paso del tiempo resurja la difteria al disminuir la inmunidad de los vacunados.

Por ello se re vacuna contra la difteria. El problema es que en el mercado solo existe, para adultos, la vacuna contra la difteria, la tosferina y el tétanos (triple) o contra la difteria y tétanos (doble), de forma que la revacunación ha de ser múltiple, por la forma de presentación comercial (justificada quizá en el calendario infantil pero sin sentido para adultos).

En otro ejemplo, la vacuna contra la poliomielitis, necesaria, está creando un grave problema de salud pública cuya evolución resulta imprevisible al haberse introducido en la naturaleza virus de la poliomielitis reactivados violentos (virus tipo 2 reactivados a partir de la vacuna oral).

A veces se comenta que las vacunas no son un gran negocio para sus fabricantes pero lo cierto es que el precio del “paquete básico” se ha multiplicado por 68 entre 2001 y 2015.

Conviene tener en cuenta -comentan estos médicos y doctoras- aspectos prácticos tan importantes en países en desarrollo como la necesidad de inyectar muchas vacunas (sería mejor el uso de otras vías menos agresivas), el mantener la cadena del frío de otras [además del precio exorbitante citado]. Todo ello va en contra del uso universal de las vacunas sistémicas. También dificulta el acceso universal a las vacunas sistémicas la organización defectuosa de la atención sanitaria, que de facto niega las vacunas a los pobres y marginados (los que más las precisan).

Es buen ejemplo el caso de sarampión en Sevilla, con unos 1.800 afectados en poblaciones de gitanos, inmigrantes pobres y otros marginados (frente a los 50 casos en Granada de un grupo de ‘antivacunas’ en 2010, que provocó gran escándalo social y la intervención judicial)”.

Además, como comentamos, las vacunas tienen reacciones adversas, como todos los medicamentos. Las vacunas sistémicas compensan por sus beneficios, pero los ciudadanos tienen derecho a conocer dichos daños, especialmente si son graves.

La vacuna contra el sarampión provoca una encefalitis por millón de dosis pero compensa, pues el propio sarampión produce una encefalitis por mil casos. En estos pacientes, con daños graves, debería existir un sistema de compensación como existen en Alemania y Francia (y otros muchos países) desde los años sesenta del pasado siglo.

En este contexto complejo, es entendible que pueda surgir lo que técnicamente se llama “duda vacunal” (vaccine hesitancy).

La Ciencia por definición está en constante cambio y evolución. La crítica sensata, el intentar separar el grano de la paja en los sistemas de vacunaciones que hace, por ejemplo No Gracias, ayuda a detectar los fallos de estos y a encontrar soluciones que los mejoren.

Lo que conviene es una actitud que no desacredite las vacunas sistémicas pero que facilite el debate científico tanto sobre las vacunas necesarias como sobre las no necesarias. Por todo lo señalado, No Gracias promueve:

El uso universal de las vacunas sistémicas pero sin ocultación de sus potenciales efectos adversos. La transparencia y el debate científico sosegado como principales herramientas para convencer a los que tienen dudas sobre los efectos beneficiosos de las vacunas de utilización universal. También, se precisa un sistema público de compensación de daños que evite el calvario judicial de las personas dañadas por los efectos de las vacunas.

Concluyo que la propuesta de un sistema de compensación de daños ya existe, elaborada por un especialista de la Cátedra de Vacunología Balmis del Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) de la Universidad de Alicante.

Ni se puede obviar que hay vacunas necesarias, efectivas y seguras, ni lo contrario, que por defender las primeras olvidemos que hay otras que no reúnen las condiciones para ser consideradas así y que hacen mucho daño a los sistemas de vacunaciones como están concebidos (los cuales además presentan errores cuya corrección los mejorará, sin duda).
..Miguel Jara. www.migueljara.com

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