Implantan en Córdoba un ojo biónico que devuelve la visión a una mujer ciega por retinosis pigmentaria desde hace casi 30 años

Josefa Jiménez, una cordobesa de 62 años invidente durante casi 30 años a causa de una retinosis pigmentaria, enfermedad ocular genética que afecta a las células de la retina, ha recuperado parte de su visión gracias a un ojo biónico que le fue implantado tras una intervención de casi cinco horas el pasado 27 de abril en el Hospital Innova Ocular La Arruzafa de Córdoba. Esta intervención es la segunda de este tipo que se hace en España después de la realizada hace un año a otra mujer en el Centro Oftalmológico Barraquer de Barcelona.

Como explica el Dr. Juan Manuel Laborda en rueda de prensa, director del Hospital La Arruzafa, en España unos 800 pacientes con retinosis pigmentaria podrían beneficiarse de esta técnica consistente en un microchip implantado en el centro de la retina que permite percibir imágenes a través de unas gafas con videocámara. Hasta ahora solamente se puede aplicar a personas ya ciegas por la degeneración que produce la retinosis pigmentaria, pero según el Dr. Laborda “abre posibilidades a pacientes a de todo tipo”, y es que existen ensayos para implantar esta tecnología “en dos o tres años”, a personas que padecen degeneración macular y que son unos dos millones en España.

Esta tecnología de ojo biónico llamado proyecto Argus II ha sido desarrollada por la empresa estadounidense Second Sigh Medical Products y hasta ahora se ha implantado en 120 pacientes en el mundo. El coste de todo el proceso ha sido de 200.000 euros, financiados por el Hospital La Arruzafa, que ahora busca diferentes vías de financiación para acometer otras siete intervenciones quirúrgicas en espera que tendrían un coste de 120.000 euros cada una.

El implante de la prótesis, tal y como explica el Dr. Laborda, se ha realizado sobre el ojo derecho (solo se implanta en uno) y consiste en colocar un chip en la mácula, el centro de la retina, con 60 electrodos que estimulan la recepción que llega desde la retina hasta el cerebro con el fin de que este reciba señales visuales.

Alrededor del ojo, como un anillo, va colocado un receptor al que llega la información a través de una videocámara instalada en las gafas y de ahí a un procesador de señal, un ordenador, que lleva en la cintura la paciente, y regresa a través de una antena en la patilla hasta llegar al nervio óptico. “No ve con el ojo, ve con la videocámara”, precisa el oftalmólogo, quien asegura que Josefa deberá llevar siempre las gafas.

Para Josefa acaba de empezar una nueva vida como explicó también en rueda de prensa junto al doctor. Aunque ella no llegará a distinguir caras, sí logrará ver formas y movimientos a través de imágenes bidimensionales en blanco y negro, aunque con el tiempo también podrá percibir profundidad. “El momento más emocionante fue cuando salí con mi hija al jardín y pude ver la luz que desprendía la fuente. He estado en la oscuridad, pero ya hay que cambiar”.
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