La austeridad también amenaza al sistema de salud de Portugal

Los efectos de la crisis sobre la salud pública ya son visibles, especialmente en otros países más afectados por la recesión como Portugal. El establecimiento de una fuerte política social ha podido mitigar los efectos negativos de la recesión económica, pero de continuar por el actual camino, las medidas de austeridad pueden exagerar el efecto a corto plazo de la crisis económica sobre la salud pública, en la que algunas comunidades y países se han mostrado más resentidas que otros.

Los diferentes países han respondido con distintas políticas ante las mismas dificultades que la crisis ha generado, obteniendo muy variados resultados. Grecia, España y Portugal han continuando adoptando estrictas medidas de austeridad, a pesar de sus duras condiciones económicas negativas, que les ha llevado a que crezca la tensión sobre sus respectivos sistemas de salud. Los suicidios y los brotes epidémicos han crecido alarmantemente en aquellos países que han visto reducido el acceso de la población a sus servicios de salud. Austeridad que les está llevando, en muchos de ellos, a contemplar de manera positiva como comienzan a disiparse sus antiguas dificultades

En Islandia, donde la población rechazó la política de austeridad mediante un referéndum, la crisis parece mostrar hoy escasos efectos sobre la salud.

El hospital Sao Joao de Porto, por ejemplo, uno de los principales hospitales públicos de Portugal, 240 camas acogen a los pacientes de medicina interna, un servicio pluridisciplinar que trata patologías complejas que requieren el concurso de varias especialidades. Por un lado tiene un ala con un servicio que ofrece todas las prestaciones de un hospital ultramoderno: una enfermera accesible tras amplios ventanales de vidrio, habitaciones de una a tres camas, con sala de baño privada, salas de descanso para acoger a las familias, sin embargo, la otra, no renovada, ofrece un panorama bien diferente: los dormitorios de cuatro a ocho camas, sin separación con cortina y sin armarios para los efectos personales, con sanitarios comunes en el pasillo. Los equipos médicos ponen el mismo entusiasmo en cuidar a los pacientes cualquiera que sea el ala donde se encuentren ubicados, pero este servicio hospitalario con ambiente a veces esquizofrénico es una imagen del sistema de salud portugués: avanzado en numerosos terrenos, pero con los cimientos amenazados.

Un deslizamiento semántico refleja claramente los cambios que en el terreno de la salud se están produciendo en Portugal. Los pacientes del servicio público de salud han pasado progresivamente de de “doentes” (enfermos) a “clientes”. Antonio Ferreira, director del hospital Sao Joao, utiliza indiscriminadamente los dos vocablos en las entrevistas que concede. Entre los médicos de familia el término de “clientes” se ha extendido y es objeto de debate en los blogs dedicados a la salud. Al hacerse cargo de sus funciones hace un año, el decano de la Orden de los médicos, José Manuel Silva, denunciaba en el Correio da Manhaeste cambio de léxico. Para él, algo se ha roto en el Servicio Nacional de Salud (SNS) portugués.

Los portugueses tienen acceso aún a los cuidados sanitarios públicos, a pesar de que dicho derecho se encuentra amenazado si no se ponen en marcha ciertas medidas que vayan encaminadas algunas de las variadas deficiencias encontradas, especialmente en un país donde los rendimientos son inferiores a la media europea y, en materia salarial, el sueldo medio anual ronda los 17.000 euros.

En el aspecto de instalaciones, Portugal figura como uno de los países europeos que tiene el nivel más bajo de camas por cada mil habitantes; un total de 35.500 camas en total, contando las del servicio público y las del privado, habiendo descendido en 1500 respecto a las contabilizadas en el año 2002.

En la plantilla de enfermeros sucede lo mismo; 5,8 por cada mil habitantes, frente a los 8 que tiene la media europea. Los facultativos, en cambio, por solo tres décimas superan la media comunitaria, que solo cuenta con 4,1 facultativos por cada mil habitantes.

Las reducciones no solo afectan a estos aspectos. Otro de ellos digno de destacar es la nítida reducción del acceso al “transporte urgente” de pacientes a los hospitales, verdaderamente preocupante, como es la incorrecta distribución de los recursos, que deja prácticamente desprotegidas de esta asistencia a las zonas rurales, lo mismo que el excesivo número de pacientes que, como consecuencia de esta desatención, acuden a los servicios de urgencia que en muchas ocasiones se encuentran auténticamente colapsadas debido a que muchos de ellos acuden sin encontrarse en este carácter de verdadera urgencia.

Otro dato verdaderamente preocupante, según los informes sanitarios que se llevan a cabo, refleja que el gasto por prestaciones sanitarias por habitante en Portugal se encuentra en los niveles más bajos de todo el continente y que de esta exigua cifra, el porcentaje de ella es ínfimo o mínimo en lo que a cuidados de la salud mental se refiere.

Para este año 2015, según parece, las perspectivas son algo más halagüeñas porque al no contar con la presencia de la troika, Portugal se encuentra en un periodo de transición económica en la que gracias a la ausencia de intervención interna ya no impone esas medidas drásticas de contención de costes, ni se condicionan los conceptos de por los que se rigen las llamadas políticas de sanidad, según mantienen los expertos. Unas medidas mínimas necesarias para garantizar la supervivencia del sistema luso de salud.
..Lola Granada

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