La “UCI sin paredes” permitirá utilizar mejor los recursos hospitalarios

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El modelo UCI sin paredes implantado en el Hospital Universitario del Henares, consiste realmente en el desarrollo de un plan de negocio o modelo de atención para la gestión de la seguridad del paciente crítico o potencialmente crítico en todo el hospital.
Está basado en tres pilares fundamentales:

  1. La colaboración entre los diferentes servicios y profesionales dedicados a la atención de los pacientes.
  2. Tener al paciente y su familia realmente en el centro de atención del sistema sanitario.
  3. Uso eficaz y eficiente de la tecnología tanto informática como de la monitorización.

El término plan de negocio a veces es difícil de casar en temas sanitarios, sin embargo es fundamental en la medicina del siglo XXI donde hacer una planificación adecuada de los recursos disponibles y de los beneficios (no solo económicos sino clínicos) que se quieren conseguir. Así, el modelo “UCI sin paredes”, tiene como objetivo el mejorar la seguridad del paciente potencialmente crítico durante todo el período de hospitalización, intentando mejorar tanto la eficacia como la eficiencia del sistema creando el “proceso del paciente crítico” en todo el entorno hospitalario.

Antecedentes y bases del modelo de atención
Las UCI son un recurso con una demanda creciente, que conlleva un gasto sanitario elevado. En Estados Unidos se considera que más de la mitad de la población ingresará en una UCI a lo largo de su vida y un porcentaje de ellos fallecerá en estas unidades, consumiendo entre un 0,5 y 1% del producto interior bruto del país. Cuando no existe disponibilidad suficiente de camas de UCI, suele ocurrir que los pacientes no pueden ingresar, produciéndose un retraso de su ingreso e, incluso, puede llevar necesariamente a dar altas precoces para liberar camas en dicha Unidad. Circunstancia que conlleva aparejado un mayor riesgo de reingresos. Todos estos datos se asocian con un incremento de riesgo y peor pronóstico para los pacientes, además de un aumento de los costes asociados a la necesidad de empleo de técnicas de soporte más complejas por poseer una mayor gravedad. El tiempo de ingreso en UCI y estancia hospitalaria se suele asociar, además a una mayor mortalidad, tanto en UCI como hospitalaria.

Cuando nos centramos en el paciente que tras su alta de la unidad, por empeoramiento clínico precisa de reingreso en la misma, la mortalidad en UCI se multiplica por 4 y la estancia hospitalaria por 2,5. Además de tener la necesidad de una disponibilidad de camas para el paciente grave se debe tener una previsión de camas de UCI disponibles para pacientes quirúrgicos de alto riesgo que se beneficien de un ingreso programado en unidades de estas características porque puede condicionar un mejor pronóstico también para estos pacientes.

A pesar del concepto de que el paciente grave es el que se encuentra ingresado en la UCI, suele haber pacientes que se encuentren en unidades de hospitalización convencional con diagnósticos como sepsis grave, shock séptico, disfunciones orgánicas agudas e incluso patologías tan supuestamente específicas como el Síndrome de Distrés Respiratorio Agudo. Se ha cifrado en más de un 50% el número de pacientes hospitalizados que no recibieron un tratamiento óptimo antes de su admisión en la UCI, como evitable el ingreso en la misma en el 40% de los casos (y más recientemente se ha fijado en un 70% de los pacientes con una mortalidad predicha superior al 30%, que no fueron admitidos en UCI, recibiendo tratamiento en hospitalización convencional.

Ante esta situación se evidencia la necesidad de realizar un enfoque más amplio del concepto de hospital, más equitativo para el tratamiento de los pacientes en riesgo, clasificándolos según el nivel de atención requerida y no según donde se encuentra el paciente. La hospitalización del enfermo grave debe ser entendida como continua, antes y después del ingreso en UCI ya que la atención al paciente hospitalizado debe ser asegurada a lo largo de toda su evolución clínica, desde su admisión hospitalaria hasta su alta domiciliaria.

El Dr. Federico Gordo, Jefe del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital del Henares, pionero en la aplicación de este protocolo desde el año 2009, ha explicado que se trata de un “sistema de detección precoz de pacientes potencialmente graves, que se hace posible gracias a la colaboración del servicio de enfermería del Centro Hospitalario, así como del resto de los servicios médicos”.

Es un hecho conocido que las situaciones de riesgo vital suelen estar precedidas de alteraciones fisiopatológicas detectables y prevenibles como las alteraciones de la frecuencia cardiaca, la presión arterial, la frecuencia respiratoria, las necesidades de oxigenación, el ritmo de diuresis o el nivel de conciencia, cobrando mayor importancia en las enfermedades “tiempo-dependientes”, como la sepsis, el síndrome coronario agudo y la parada cardiorrespiratoria. El concepto de precocidad está tomando cada vez mayor importancia hasta tal punto que las recomendaciones del Europeam Resuscitation Council para el manejo de la parada cardiorrespiratoria incluyen como primer eslabón de la “cadena de supervivencia”, la instauración de medidas encaminadas a la prevención de la parada cardiaca, mediante la detección de alteraciones fisiopatológicas que ocurren previamente.

Por lo tanto parece evidente que la atención clínica anticipada a los enfermos ingresados en zonas de hospitalización convencional, en situación de riesgo, podría influir favorablemente en el curso clínico y en el pronóstico de su enfermedad. Si la condición clínica fuera lo suficientemente grave, el ingreso en la UCI se adelantaría, evitando demoras innecesarias en su tratamiento y, si por el contrario, la condición clínica lo permitiera, se podría mediante una reorientación diagnóstica o una intensificación de las medidas terapéuticas, en el lugar en que se encuentra ubicado el paciente, con un seguimiento estrecho protocolizado del mismo conseguir una mejoría clínica que evitara el ingreso en la UCI permitiendo gestionar mejor los recursos sanitarios disponibles (camas de UCI).

Son necesarios, entonces, sistemas de trabajo que permitan la detección precoz de enfermos graves y potencialmente graves, en cualquier localización del hospital, pudiendo así actuar en las fases iniciales de la enfermedad, antes de que el deterioro esté establecido en colaboración con los demás profesionales del hospital así como del personal de enfermería, dado que, en este aspecto, juega un papel fundamental debido a que pasa más tiempo en contacto con el paciente, y es, además, el encargado de la toma de constantes vitales y en concreto con el médico responsable del paciente.

La UCI sin paredes ha llegado a reducir hasta en un 50% el número de paradas cardíacas y en un 20 la administración de fármacos, puesto que con este sistema mejora la capacidad clínica de adelantarse a eventos potencialmente más graves en los pacientes de riesgo, así como comenzar a administrarles antes sus tratamientos específicos o tomar decisiones de forma más precoz y, por tanto, mucho más efectivas. Es pues jun avance a la hora de gestionar el sistema de salud, evitando posibles eventos adversos y, sobre todo, consiguiendo claros beneficios para el paciente, así como ahorros muy concretos para el sistema, ha comentado también el Dr. Federico Gordo.

El Dr. Jesús Sánchez, médico especialista en medicina intensiva del Hospital Universitario Río Ortega de Valladolid abunda en esta idea y comenta que una de las formas de mejorar la seguridad del paciente en el paciente pasa por la “implementación de elementos de barrera que disminuyan la posibilidad de errores, a través de del uso de la tecnología adecuada, la identificación precoz de efectos adversos que sucedan en los pacientes y la identificación y monitorización de los mismos”.
..Lola Granada

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