La desgraciada pérdida de la relación médico-paciente es el origen de la mayor parte de los errores condenables penalmente

Si cualquiera de los médicos que consideramos grandes maestros de la medicina se incorporara a la práctica clínica actual no entendería nada. ¿Preguntar al paciente como se llama, en el momento de su intervención?, ¿preguntarle al paciente de qué lado le vamos a operar y de qué?, ¿pero es que todos los médicos se han vuelto locos?

En el año 2009, la prestigiosa revista The New England Journal of Medicine publicaba un artículo que revolucionaría la compresión de los frecuentes errores en la práctica clínica diaria. En él los autores describían como habían reducido la mortalidad por procedimientos quirúrgicos a casi la mitad con la implementación de un listado de verificación quirúrgica que entre otras cosas verificaba la identidad del paciente, el procedimiento que se iba a realizar o el sitio de la cirugía. Desde entonces, todos los hospitales han ido implementando este listado de verificación quirúrgica que, si el artículo está en lo cierto, va a salvar más vidas que toda la investigación oncológica del último siglo. Y es que sí, ingresar en un hospital es una de las actividades de más riesgo a las que podemos someternos, más que ir en avión o incluso que hacer parapente o puenting.

Pero ¿qué está pasando con la medicina moderna que en nuestros hospitales necesitamos proteger a los pacientes del propio sistema? Tenemos más conocimientos y más medios con los que jamás habríamos soñado, hacemos diagnósticos precisos y tratamientos sofisticados que consiguen rescatar a muchas personas de lo que hasta hace poco considerábamos una muerte segura pero cometemos errores cada vez más burdos. Nos preocupamos de lo complejo cuando todavía no hemos cubierto lo más básico.

Desgraciadamente la presión asistencial y la organización del sistema están desvirtuando hasta tal punto la relación médico-paciente, la base de la medicina, que estamos tratando e interviniendo a personas que no conocemos de nada, que nunca hemos visto, que no hemos diagnosticado y cuyo sexo a veces ni siquiera sabemos, como si de una fábrica de tornillos se tratara. Sí, esta es la organización a la que nos están llevando nuestros políticos en el ámbito público para sacar adelante los grandes números y las grandes listas que tanto les preocupan, para poder obtener un beneficio electoral y seguir manteniéndose en los puestos que los ciudadanos les hemos confiado.

¿Es ésta la forma de gestionar la medicina que mejorará la salud de los ciudadanos? Sin duda la respuesta es no.

La política sanitaria en España no concibe en este momento otra cosa que el modelo sanitario público que venimos desarrollando en los últimos 40 años, pero llegados a este punto en el que casi la mitad de nuestros impuestos se invierten en sanidad, en el que las listas de espera crecen de manera incesante y en el que la inversión sanitaria solo crece a base de reducir la inversión en el resto de las estructuras del estado, debemos preguntarnos hasta cuando y como será sostenible este modelo. Sin duda estamos llegando al final del camino en un modelo obsoleto, arcaico y que no se adapta ni remotamente a las necesidades sanitarias modernas y en el cual la relación médico-paciente, base del diagnóstico y tratamiento correctos de nuestros enfermos, ha desaparecido completamente permitiendo los alarmantes resultados publicados en el 2009.

La sanidad necesita urgentemente una profunda reforma, una reforma que permita recuperar la relación entre el profesional sanitario y los enfermos, una reforma que permita recuperar la continuidad asistencial del paciente por los mismos profesionales y que evite la necesidad que implementar listados para evitar errores y muertes evitables. El futuro de la gestión sanitaria actual ha llegado al límite y si no nos esforzamos urgentemente en reformar el sistema, el sistema nos reformará a nosotros como la crisis económica lo ha hecho sobre nuestros mercados, sobre el desarrollo laboral y al final sobre nuestros propios hogares.

Existen formas alternativas de gestionar, solo tenemos que fijarnos en nuestros países vecinos. En muchos de ellos, sigue existiendo la relación médico-paciente, en la mayoría la rentabilidad de la inversión en salud nos supera y existen tickets moderadores del uso y abuso de la sanidad. La profesión del médico sigue siendo en muchos de ellos una profesión liberal en la cual los incentivos por retribución directa de honorarios al médico, marcan su actuación y su esfuerzo que se ve recompensado por un mayor número de pacientes en su consulta y por tanto en un mayor salario. España sigue siendo uno de los pocos países desarrollados en el que en una empresa de la magnitud y presupuesto del sistema sanitario público, sigue sin existir una política de retribución variable vinculada a objetivos, algo impensable en cualquier empresa moderna que quiera ser medianamente competitiva o que quiera limitar razonablemente el gasto desmedido.

No es posible ya seguir aumentando el presupuesto sanitario porque no hay ya de donde sacarlo, los profesionales están cada vez más desmotivados, los pacientes cada vez esperan más y cada vez se ven sometidos a más errores fruto de la ruptura continua en el proceso asistencial. La reforma de la sanidad, la reforma profunda del sistema es una necesidad cada vez más urgente que finalmente realizaremos. Esperemos que no sea en una crisis definitiva de quiebra del sistema.
..Dr. Jesús Lago

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