Los españoles le debemos mucho a José María Segovia de Arana

Los españoles estamos en deuda con José María Segovia de Arana, porque la calidad de la atención médica que se presta en la actualidad se debe, en buena parte, a la revolución de la atención sanitaria que él propició entre mediados de los sesenta y mediados de los noventa.

Esta gran reforma, una de las más importantes –de cualquier tipo– realizada jamás en nuestra historia, ha contribuido a situar a España entre los diez países del mundo con mayor esperanza media de vida al nacer.

En 1959 empezó a organizarse la red asistencial de la Seguridad Social, basada por aquel entonces en ambulatorios masificados y residencias sanitarias en las que los médicos ejercían, habitualmente, a tiempo parcial. La docencia en el posgrado se efectuaba en escuelas profesionales de especialidad, heterogéneas, dependientes de las cátedras universitarias. Se impartía por catedráticos y profesores numerarios y consistía en enseñanza teórico-práctica convencional a alumnos externos, que obtenían el título de especialista al terminar el ciclo.

En 1964 se fundó la Clínica Puerta de Hierro, bajo la dirección de José María Segovia de Arana. En ella se adoptó, desde su fundación, un pionero sistema de enseñanza de posgrado basado en médicos residentes, similar al norteamericano, que se había iniciado poco antes en el Hospital General de Asturias. Éste se basaba en el trabajo a tiempo completo en los hospitales, remunerado, con un sistema de aprendizaje tutelado de varios años de duración. Se conseguía así una mayor implicación en clínica y un entrenamiento efectivo en la toma de decisiones en casos reales, y se garantizaba una formación especializada, sólida y homogénea, de una calidad acorde a los estándares internacionales. Posteriormente se regló el acceso a este sistema de formación mediante un examen anual de alcance estatal, el popular examen MIR (Médico interno residente), que permanece vigente desde entonces.

Por otra parte, en 1969 se fundó la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma, con un ambicioso programa que aunaba teoría y práctica de la medicina y creando centros docentes en los hospitales, con profesores vinculados a la asistencia. El Profesor Segovia de Arana fue también el impulsor más relevante de esta experiencia inicial y, una vez Catedrático y Decano de la Facultad de la Universidad Autónoma, lideró la extensión de este novedoso sistema a toda España. En pocos años, todas las facultades de Medicina en España fueron adoptando este sistema basado en centros docentes concertados.

Además, en 1978 el Dr. Segovia de Arana impulsó e implantó, también, la especialidad de Medicina de Familia y Comunitaria por el mismo sistema MIR, con un aprendizaje basado en trabajo práctico tutelado. La extensión de este sistema a toda la red pública supuso, también, una revolución de la atención primaria.

El sistema MIR se extendió, en los años siguientes, como una mancha de aceite por el país y, en poco menos de treinta años, a principio de los 90, estaba consolidado en toda España. A comienzos de los 2000, por primera vez en la historia de nuestro país, la mayoría de los médicos de la red pública y privada habían sido formados mediante el sistema MIR y proporcionaban a sus pacientes una asistencia de calidad conforme a los estándares internacionales del estado del arte. La revolución sanitaria se había consumado.

No contento con estas decisivas reformas, el Profesor Segovia de Arana desempeñó también el cargo de Secretario de Estado para la salud entre 1979 y 1980, puesto desde el que creó el Fondo de Investigaciones Sanitarias de la Seguridad Social que, a semejanza del NIH de EEUU, otorgaba becas de ayuda a la investigación en los centros sanitarios e impulsó decididamente la ciencia en los centros sanitarios públicos.

Tuve el privilegio de conocer al profesor Segovia entre 1982 y 1986, durante mi residencia en la Clínica Puerta de Hierro, ya que él era, entonces, Director y Jefe del Departamento de Medicina. Su persona nos inspiraba un gran respeto cercano a la reverencia. Las sesiones generales se hacían los miércoles por la tarde, y él solía asistir a todas. Se sentaba en la primera fila del salón de actos, pero escrutaba discretamente la asistencia de los médicos a las mismas porque le parecía fundamental la docencia proporcionada por los casos clínicos. No perdía comba de las exposiciones que hacíamos los residentes. Era fácil calibrar el efecto de tu presentación por la expresión de sus ojos y los leves movimientos de cabeza (si eran sutilmente afirmativos, contabas con su aprobación). A pesar de lo involucrado que estaba por entonces en tareas de gestión y política sanitaria nacional, seguía completamente al día de los avances médicos, poseía una gran perspicacia clínica y le apasionaba la investigación biomédica. Imponía, desde luego, pero cuando hablaba con los residentes se comportaba de forma atenta y afectuosa. Siempre que hablé con él tuve la sensación de tratar con un gran hombre, un hombre para la historia. El funcionamiento de la Clínica por aquel entonces era un reflejo de su seriedad, rigor y espíritu de compromiso, y el Profesor Segovia impulsaba la asistencia, docencia e investigación en “su” clínica con la misma devoción y entusiasmo con los que reformaba la sanidad del país.

La esperanza de vida al nacer es un parámetro multifactorial pero es seguro que en la posición de privilegio que, por el mismo, ocupa nuestro país en el mundo, ha tenido mucho que ver la obra de José María Segovia de Arana: el trabajo de decenas y, ya, centenares de miles de especialistas que, cuando preguntan, exploran y tratan a los pacientes saben muy bien lo que hacen y trabajan con los máximos estándares internacionales de calidad.

En la historia cultural contemporánea de España ha habido grandes visionarios que “lo han cambiado todo”. Entre los más relevantes se encuentran, desde luego, Jovellanos (gran ilustrado e inspirador de la modernización de nuestro país entre finales del XVIII y principios del XIX), Giner de los Ríos (Institución Libre de Enseñanza), Ramón y Cajal (Junta de Ampliación de Estudios y modernización de la investigación científica de nuestro país) y Segovia de Arana (sistema M.I.R. y especialidad de Medicina de Familia, entre otros hitos).

Se pide dar su nombre a un hospital, ¡por supuesto! Pero lo veo poco. Cuatro de las grandes avenidas o plazas de cualquier ciudad española moderna deberían llamarse Jovellanos, Giner de los Ríos, Ramón y Cajal y Segovia de Arana.

Además, Carlos III, conocido en su tiempo por su carácter afable y sencillo, no creo que hubiese dudado en ceder la denominación de su Instituto de Salud a alguien que lo merece más que él, de forma que sería de justicia rebautizarlo como Instituto de Salud Segovia de Arana y dejar al egregio monarca y gran cazador seguir dando nombre al hospital que lo lleva. Al fin y al cabo, Carlos III tiene también una famosa Puerta (que nadie osaría discutirle) y José María Segovia de Arana -disculpe, Majestad- ha salvado muchísimas más vidas que él.

Es de justicia otorgar el reconocimiento que merecen los grandes hombres que caminan entre nosotros.
..Luis F. Villa Alcázar. Reumatólogo del Hospital Universitario Puerta de Hierro Majadahonda. Miembro de AMYTS.

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