El médico de cabecera nunca será sustituido por un móvil

El Dr. José Francisco Ávila es médico especialista en Medicina de Familia y Comunitaria, profesor de Investigación del Grado en Fisioterapia de la Universidad Francisco de Vitoria y un apasionado por la tecnología. Desde hace años mantiene una presencia muy activa en redes sociales relacionada con temas de salud, relacionándose tanto con pacientes como con otros sanitarios en los medios digitales. Es el responsable del Grupo de Trabajo de Nuevas Tecnologías, Comunicación y Social Media de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria, realiza su tesis doctoral sobre la aplicación del juego digital en la docencia de estudiantes de postgrado de medicina, y participa en varios proyectos colaborativos en red relacionados con la salud y la tecnología.

Los días 11 y 12 de mayo está impartiendo en la Universidad Francisco de Vitoria el seminario eSalud, donde profesionales e investigadores de todas las ramas biosanitarias de la UFV aprenderán cómo se pueden aplicar los avances digitales tanto a la asistencia, la docencia y la investigación a través de diferentes estrategias y herramientas. Fundamentalmente “aprenderán a perder el miedo a la tecnología y a descubrir herramientas útiles y sencillas en las tres facetas de los profesionales sanitarios: asistencial, docente e investigadora. Además, espero que nos divirtamos, nos conozcamos y disfrutemos del aprendizaje”, explica el profesor Ávila.

Y es que las nuevas tecnologías han traído numerosos beneficios al campo de la salud. Así lo explica José Francisco Ávila: “por un lado los profesionales tenemos a nuestro alcance herramientas de consulta y gestión de los datos de los pacientes que hace años no disponíamos. Cuando empecé a trabajar era muy difícil, casi imposible, conocer cuáles de mis pacientes con una enfermedad determinada estaban tomando un fármaco concreto; ahora, con unos cuantos clics de ratón puedo obtener este dato práctico en consulta. Hace años resolver una duda concreta en la consulta conllevaba tener que levantarse y buscar en un libro. Ahora soluciono mis dudas con el mismo ordenador de la consulta o con mi teléfono móvil de una manera muchos más rápida y segura”. Y también en el ámbito de la docencia y la investigación. “La investigación ha cambiado mucho en los últimos años gracias a estas herramientas. Por un lado tenemos grandes facilidades para realizar búsquedas y gestionar recursos bibliográficos con herramientas que se encuentran en la nube y que por lo tanto son accesibles desde cualquier terminal y favorecen un trabajo colaborativo. Por otro lado hay interesantes redes sociales que ponen en contacto a investigadores de todo el mundo. Esto favorece el intercambio de documentación científica, el debate en temas polémicos de investigación actual, la posibilidad de establecer relación con grupos de investigación que de otra manera sería muy difícil o casi imposible y crear proyectos colaborativos que surgen de estas largas discusiones. En cuanto a la docencia existen herramientas muy interesantes para la formación continuada de profesionales sanitarios, el acceso a cursos abiertos y masivos, muchos de ellos gratuitos y avalados por grandes universidades de prestigio internacional, y la aplicación de la tecnología a técnicas de docencia ya conocidas como el uso del juego en las aulas, la gamificación, o la clase invertida, flipped classroom, que a través de herramientas digitales amplían mucho tanto su alcance como su eficacia”, añade el profesor.

De hecho, son muchos los ciudadanos que buscan información sobre su salud en internet y no siempre es fiable. Por eso, “los profesionales podemos redirigir a los pacientes y familiares hacia lugares en la red donde pueden encontrar una información fiable, veraz e independiente. Esto significa que la autonomía del paciente sea cada vez una realidad mayor, que los profesionales sanitarios seamos guías para nuestra población en el transcurso de su enfermedad y sobre todo que el paciente pueda tener un papel activo en la toma de decisiones gracias a los conocimientos previos sobre su proceso que ha ido adquiriendo. Esta es la única forma que el paciente sea, de verdad, el centro del sistema sanitario”, explica. Y añade que nunca sustituirá el móvil a nuestro médico de cabecera, “el calor humano, la mirada, el poder estrechar una mano o dar un abrazo no será sustituido nunca por la tecnología por mucho que avance. La tecnología nos proporciona herramientas que nos facilitan el trabajo, pero nunca podrán sustituir el trabajo que implica un acercamiento de persona a persona”, añade.

Sin embargo, no todos los profesionales están a favor de utilizar las nuevas tecnologías, aunque son los menos. “En todo grupo profesional hay una distribución gausiana respecto al uso de la tecnología. Una minoría es reacia a su uso, son los conocidos como tecnófobos, y otra minoría somos apasionados de ella, los tecnófilos. Entre los dos extremos se encuentra el resto con un pico máximo en una situación indiferente. Pero los importantes no somos los profesionales, sino la población a la que damos servicio. De esta forma la sociedad se está tecnificando. Todos hacemos compras en Internet, planificamos nuestros viajes, consultamos dudas, pasamos parte de nuestro ocio en la red o nos comunicamos a través de ella. La salud no es una excepción. Por estos motivos los ciudadanos utilizan cada vez más recursos relacionados con la salud en Internet y por lo tanto el dilema no va a ser si nos unimos o no a la red, sino cuándo lo vamos a hacer”, explica Ávila.

Pero no todas las aplicaciones que encontramos en internet son útiles para llevar una vida saludable. Y a veces el usuario no sabe o puede distinguirlas. Existen numerosos intentos internacionales de la Unión Europea, Estados Unidos o el National Health Service británico, y nacionales, de la Agencia de acreditación de la Junta de Andalucía o el Colegio de Médicos de Barcelona, que están intentando crear criterios de calidad tanto para el uso como para los contenidos de herramientas digitales en salud. Existen múltiples criterios de validación, de acreditación y de mejora continuada de calidad para los mismos, pero aún no hay criterios comunes ni una entidad que valide las herramientas. José F. Ávila recomienda “tener sentido común y valorar por un lado quién es el responsable de los contenidos, si existen referencias a estudios clínicos realizados que avalen una afirmación concreta y, en caso de herramientas de medida, si éstas han sido evaluadas a través de un ensayo clínico que valide la misma. Ante la duda, creo que lo más sensato es ponerse en contacto con el profesional sanitario de referencia para que nos oriente sobre la veracidad o utilidad de un contenido o una herramienta determinada”.

El Grupo de Nuevas Tecnologías de la Sociedad Madrileña de Medicina de Familia y Comunitaria del que forma parte tiene mucha actividad sobre todo orientada a la difusión de los usos tecnológicos entre los sanitarios aunque también se dedican a la investigación y publicación de artículos en revistas sanitarias. De hecho, su grupo de trabajo es el responsable de un blog sobre tecnología y salud en el que publican una entrada diaria desde hace 3 años. También se encarga de la tarea de alfabetización digital de sus compañeros médicos de familia a través de cursos básicos sobre manejo de redes sociales o apps útiles en consulta, o temas más tecnológicos relacionados con las telecomunicaciones o la matemática como la aplicación del Big Data en salud o el uso de drones. Dos miembros del grupo de trabajo están realizando sus tesis doctorales en relación con aplicaciones de tecnología al mundo sanitario. Además colaboran con otros proyectos en red patrocinados por laboratorios farmacéuticos como Espididoctor, un proyecto de formación en herramientas digitales para profesionales sanitarios patrocinado por laboratorios Zambón y Juntos contra el aislamiento digital, un proyecto para favorecer la alfabetización digital de los profesionales sanitarios patrocinado por laboratorios Menarini.

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