Publicado en El Mundo El itinerario del LifeLine Express no anunciaba Nandurbar. Con sus 90.000 habitantes, Nandurbar es una ciudad casi cualquiera del estado indio de Maharastra, siete horas al noreste de su capital, Mumbai. Casi por definición, los trenes indios de pasajeros llevan dos decenas de vagones azules abarrotados y aquí hay dos andenes infinitos y una fila de tuc-tucs que pescan viajeros a la salida. Enseguida hay un cruce más o menos asfaltado donde todas las motos pitan, las vacas mascan bolsas de basura y lechones de pelaje oscuro siguen a la cerda madre. Y un pellizco constante en la nariz: el olor del plástico humeante en hogueras nada furtivas de basura. Esta ciudad casi cualquiera de provincia parece un pueblo humilde que de pronto se hizo demasiado grande. En medio de teléfonos a la última ávidos de selfies, vaqueros pegados, camisas desabrochadas y gafas de sol, el enésimo joven que aborda a los forasteros hace un comentario aislado: -¡Bienvenidos a Nandurbar, el distrito más tribal de Maharastra!