¿Qué se mide cuando se habla de calidad asistencial?

La evolución de la atención sanitaria moderna, cada vez más compleja, eficaz y tecnificada, precisa necesariamente de herramientas que nos permitan medir y optimizar nuestra labor como profesionales de la salud. Necesitamos saber cuáles son las necesidades de la población, cómo atenderlas, qué medios y recursos precisamos, de cuáles disponemos y como utilizarlos racionalmente para dar el mejor y más amplio servicio posible con esos valiosos recursos, que no son infinitos. Además, adaptarnos a nuevas situaciones y promover sistemas de control y mejora continua.

Esas herramientas eficaces de gestión que se están implantando de forma progresiva en nuestra sanidad, provienen originalmente del mundo empresarial, donde han demostrado su eficacia y son útiles para las gestión de cualquier organización, siempre que sean capaces de adaptarse a las características y a la esencia de determinadas organizaciones y además respeten ciertas reglas básicas en su funcionamiento.

Los servicios sanitarios no son exactamente un producto de consumo ni son optativos o prescindibles. Además de una necesidad básica y un derecho, la atención sanitaria tiene una serie de características que es imprescindible tener presentes de forma irrenunciable.

  • Los usuarios del sistema sanitario son nuestros pacientes, no son “clientes”, terminología que de forma repetitiva se está intentando imponer en algunos ámbitos. Se intenta distorsionar la esencia de nuestra labor, dándole un carácter distante, cosificando la relación, la implicación humana íntima de la profesión sanitaria.
  • Los pacientes tienen necesidades especiales en su atención. Son seres humanos sometidos involuntariamente a situaciones que amenazan su vidas o comprometen su calidad de vida y la sus familias. Precisan por tanto una atención integral, física, emocional y de su entorno que requiere una implicación por nuestra parte y un tiempo de atención que debe personalizarse adecuadamente. No se puede acelerar el ritmo de una consulta sin fin, ni apretar cada día más las agendas sin límite, sin que eso deteriore la atención humana y se desatiendan aspectos fundamentales que esos pacientes y familias necesitan. Pero esos casos son los menos y los números globales crecen, la medición da resultado positivo y eso cumple el objetivo
  • Los profesionales sanitarios somos globalmente vocacionales, hemos aceptado esas especiales características y nos hemos preparado para dar atención a esas necesidades. Eso conlleva una carga personal y psicológica que son hace más susceptibles a situaciones de estrés cuando el entorno laboral nos somete a presión continua y creciente.

En la valoración de los estándares de Calidad y Excelencia empresarial se tiene fundamentalmente en cuenta la satisfacción del “cliente” y se aplican mediciones de múltiples parámetros y datos objetivos. Pero es cada vez más evidente que en determinados modelos de gestión sanitaria actual se “olvida” voluntariamente la satisfacción y desarrollo personal de los trabajadores que hacemos posible esa Excelencia, y pagamos por ello un coste muy alto.

Se pide máxima implicación, máxima motivación, resultados medibles, objetivos a cumplir que crecen continuamente. La crisis y la precariedad laboral general son el impulso de todo ello en un sistema en el que la indefensión, la desmotivación y la inseguridad laboral son la norma. La perspectiva de una vuelta de tuerca más cada día, en una rosca que los profesionales sabemos con certeza que no tiene fin, hace desistir a muchos.

Muchos trabajadores dan lo máximo al inicio de su contrato. La ilusión, la motivación y la implicación son altas. Cuando ante la frustración posterior por la realidad previamente desconocida, falta de perspectivas laborales, inseguridad, miedo y presión creciente, hacen mella, acaban abandonando el puesto y son sustituidos por otros que volverán frescos a dar ese máximo durante un poco de tiempo más, con un contrato peor que el del anterior trabajador. Los números salen…

Hay parámetros que no se miden en estas valoraciones de Calidad. Edades medias de los servicios y años de experiencia anormalmente bajos, índices de recambio del personal anormalmente altos. Excedencias, bajas, ansiolíticos… abandonos.

¿Quién cuida a los cuidadores? ¿Quién mide eso?

Calidad para los pacientes, calidad para los profesionales.
..Dr. Miguel Angel García. AMYTS

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