Parkinson, una enfermedad a la que, todavía, le queda mucho por descubrir

El Parkinson es una enfermedad epidemiológica que a nivel mundial afecta actualmente a 6,3 millones de personas. En España tarda de uno a cinco años en empezar a diagnosticarse, más otros cinco para recibir el tratamiento definitivo. Pero según los últimos avances, empieza a ver algo de luz en ese largo y negro túnel en el que ahora se encuentra, debido a las posibles soluciones que comienzan a producirse de la mano de la Universidad de Stanford en Estados Unidos, cuyos primeros datos aparecieron en el Cell Stern Cell del pasado mes de septiembre, cuyas primeras informaciones indican que todas las modalidades que esta dolencia puede presentar podrían tener como elemento común un tratamiento neurodegenerativo que, además de prevalente, resulta muy complejo debido a que en ella intervienen un amplio complejo de síntomas.

La Dra. Xinnang Wang, principal valedera de este estudio, ha explicado que la corrección de este defecto podría evitar que las células eliminen rápidamente las mitocondrias para que, en lugar de generar una energía celular negativa, comiencen a liberar productos de desecho, afirmando que este biomarcador molecular caracteriza no solo a la EP (enfermedad del parkinson) en las que la predisposición a la enfermedad es claramente hereditaria sino de otras formas esporádicas bastante más prevalentes, en las que el componente genético o no existe o no ha podido descubrirse aún.

Según los promotores del estudio, este descubrimiento podría llegar a favorecer el establecimiento de un diagnóstico más preciso que desembocaría en el desarrollo de nuevos tratamientos. Sin embargo, continúan diciendo, a pesar de estos positivos y tímidos augurios, queda aún mucho camino por recorrer y descubrir para conocer de forma más precisa el desarrollo de esta enfermedad, a pesar de que en los últimos años se haya avanzado bastante en este campo y en el conocimiento de las razones del inicio de este trastorno neurovegetativo que, por su naturaleza intrínseca , resulta sumamente complejo debido a la multivariedad de síntomas que su origen tiene en la pérdida de las neuronas productoras de la dopamina, la sustancia fundamental que interviene en el control de los movimientos corporales, cuya pérdida se centra fundamentalmente en la zona que une el cerebro con la médula espinal; el tronco del encéfalo, afectando directamente con ello a las neuronas que se encuentran en la zona conocida como sustancia negra y, más concretamente, en su parte compacta.

Actualmente se desconoce la causa que lleva a esa pérdida neuronal, aún cuando las investigaciones apuntan , sin confirmar, que su origen se encuentra en la combinación de diversos factores genéticos medioambientales, así como en los derivados del envejecimiento del organismo, con lo cual se puede deducir fácilmente que la edad es un importante factor de riesgo.

Para una mejor comprensión se citan los dos principales tipos de síntomas:
A) Motores:

• Bradicinesia: La incapacidad para iniciar un movimiento preciso o la pérdida del movimiento automático. Es el síntoma más característico porque provoca dificultades de planificación, iniciación y ejecución del movimiento en el desempeño secuencial y en realizar tareas simultáneas.
• Temblor en reposo: Más frecuente en brazos que en piernas. Suele aparecer cuando la persona no está desarrollando ninguna tarea con esa parte del cuerpo y mejora o desaparece cuando hace un movimiento o en situaciones de estrés. A pesar de ser el síntoma más conocido, no es el más característico (el 30% de los pacientes no llegan nunca a tenerlo)
• Rigidez: Reducción de la amplitud de los movimientos (como el balanceo de los brazos al caminar), dificultad para girarse en la cama o al levantarse y dolores o calambres en las extremidades.
• Trastornos de la postura: Inestabilidad postural o alteración del equilibrio que hace que a medida que avanza la enfermedad, el paciente tienda a adoptar una postura encorvada.

B) No Motores:

• Estreñimiento; Salivación, sudoración, hipotensión, incontinencia.
• Alucinaciones; ideación delirante, dificultad para la concentración.
• Depresión; apatía, ansiedad, trastornos sexuales
• Alteraciones del sueño en la fase REM, insomnio o somnolencia diurna excesiva
• Osteoporosis; dolor de espalda, problemas respiratorios.

A pesar de esta amplia lista de síntomas, todavía resulta muy complejo el estudio de otros factores que se sumen al amplio espectro de los mismos, con lo cual se hace más difícil el estudio de terapias iniciales más concretas, haciendo con ello que el reto de la prevención esté todavía más lejano.

Muchas terapias por descubrir
Otra de las líneas de investigación es la que se denomina fase preclínica. Un periodo de varios años, estimado hoy en torno a diez, anterior al que se podría realizar un diagnóstico y en el que, con toda probabilidad, se produce gran parte de la pérdida neuronal cerebral. Para avanzar en su caracterización hay ya varios estudios realizados que están ayudando a definir qué tipo de síntomas y signos concurren en los pacientes con riesgo. Igualmente se está trabajando en el desarrollo de marcadores que detecten los procesos fisiopatológicos relacionados con la EP, como son las pruebas que conducirán a detectar los acúmulos de proteínas anormales que se depositan en el cerebro y en otras zonas del organismo.

A pesar de ellos y del tiempo que se lleva investigando sus numerosas sintomatologías, sus avances están siendo escasos todavía, de ahí que la EP continúe siendo la gran desconocida para la Medicina. Lo único que hasta ahora está claro para los especialistas es que el envejecimiento es una de las causas más involucradas en su aparición, así lo ha constatado el profesor Álvaro Sánchez Ferro, neurólogo del Centro Integral de Neurociencias A.C. HM CINAC, al indicar que solo uno de cada cinco enfermos se podrá diagnosticar antes de que alcance los 50 años.

El Dr. Luis Javier López del Val, Secretario del Grupo de Estudios de Trastornos del Movimiento dependiente de la SEN (Sociedad Española de Neurología) comenta que la realidad etiológica de la EP es aún bastante desconocida y, como consecuencia, su origen está en una fase de estudio más intensa de la que en este momento se encuentran los especialistas, dándose el hecho real de que los estudios genéticos se encuentran centrados en la población con menos de 45 años.

Nuevas hipótesis en desarrollo
Debido a la falta de resultados en esta fase de investigaciones previas en un periodo que puede durar hasta 10 años para conseguir la realización de algún diagnóstico – precisamente el periodo en el que se generan la mayor parte de la pérdida de las neuronas cerebrales propias de esta enfermedad-, por lo que se está incidiendo en el trabajo de detectar el desarrollo de aquellos marcadores que pueden descubrir los procesos fisiopatológicos asociados a la EP, como pueden ser la acumulación de proteínas anormales tanto en el cerebro como en otros lugares del organismo. Una de ellas puede ser, según indica el Dr. Sánchez Ferro, la conocida como alfa/sinucleina.

¿Remedios caseros?
Frente a este amplio cúmulo de hipótesis tan poco positivas se barajan las posibilidades que pueden tener ciertos remedios que por su ausencia de resultados se encuadran dentro de este carácter, a pesar de que puedan producir algunos beneficios que, como única salida, incidirían en retrasar el padecimiento de esta dolencia, pero no más, por lo cual hay que tomarlos como lo que realmente son; una práctica carente del más mínimo tinte científico, como puede ser el consumo de café o el sencillo hecho de ser fumador y, como la EP puede tener un origen inflamatorio, el consumo de antiinflamatorios como el ibuprofeno, según el Dr.José Obeso, Director del Centro Integral de Neurociencias del citado A.C. HMCINAC. Otros factores que contribuirán únicamente a frenar algo su desarrollo, como ocurre con la utilización del Movimiento Forced Exercise como posible terapia. Una nueva experiencia que está proporcionando buenos resultados de investigación en Estados Unidos, calificados de esperanzadores para los afectados de la EP: Sobre todo los relacionados con movimientos rápidos o los asistidos por motor, realizados con el equipo cinesiterapéutico MotoMed, que pueden influir positivamente solo en alguno de sus síntomas, como son el rigor de la musculatura, el temblor y la akinesis (falta de movimiento).

Después de una excursión en bicicleta tipo tándem, en la que algunos pacientes de Parkinson fueron obligados a moverse a velocidades de pedaleo de hasta 90 rotaciones por minuto, se sintieron al final como si no “tuvieran ningún síntoma de la enfermedad”. Otras investigaciones confirman que con esta simple práctica, los pacientes experimentan una mejora en sus síntomas de hasta un 35 %. Con estos revolucionarios resultados los científicos desarrollan el nuevo método de terapia conocido con la citada denominación. El objetivo es mover al paciente más rápido de lo que lo hace por sí mismo. Beneficiarse de ellos puede ayudarles a reducir su temblor, mejorar su capacidad de andar y ejecutar movimientos de la vida cotidiana de forma más controlada.

Variedad de la enfermedad
Para la neuróloga del HN CINAC, Carmen Gasca-Salas, la EP ofrece una variedad bastante amplia dentro de las personas afectadas, con la característica común de que suele darse en pacientes por encima de los 50 años y con mayor predominio en las personas del sexo masculino como norma más frecuente, que no impide que pueda afectar a cualquier tipo de persona e, incluso, en algunas ocasiones, a la población juvenil, indicando también que el porcentaje superior de su incidencia suele darse a partir de los 60. Según los datos más recientes, puede decirse que suele afectar a una de cada 100 personas mayores de edad. Incidencia que aumenta a medida que se envejece, sin distinción de sexo, sabiendo que la edad de su inicio es de 2,1 años más en mujeres que en hombres y que el perfil tipo de sus primeras manifestaciones suele ser la bradicinesia o lentitud en los movimientos, el temblor y la rigidez, ya señalados en los síntomas motores. Sin olvidarse que todas estas conductas suelen presentar diferentes fonotipos o modos de aparecer, así como su progresión, con lo cual el pronóstico de la misma genera una nueva dificultad, además de no poder determinar las diferentes variedades que, al final, la EP vaya a tener.

La mayor dificultad que, hasta hoy, los especialistas suelen encontrar para abordar su presencia se debe a que existen pocos estudios epidemiológicos que determinen su incidencia sobre la población española.

El problema de la dependencia
Esta cuestión es otra de las dificultades importantes que afectan a la EP con la que suelen encontrarse los especialistas al abordar el problema de la enfermedad de Parkinson avanzada (EPA) cuando van a aplicar algún tipo de solución, dado que en torno a un 10% de los pacientes que empiezan a tratar se encuentran ya en un avanzado estado de la misma, con lo cual las soluciones resultan difíciles de aplicar porque los pacientes tienen problemas axiales que conllevan ya graves incapacidades como la alteración de los reflejos posturales o la imantación de la marcha, que da lugar a caídas frecuentes, además de la hipofonia y la disartria. Alteraciones que constituyen los principales problemas de la EP, que conllevan también el de independencia del 10 al 40% solo a los 5 años de su diagnóstico. Alteración que va aumentando progresivamente a medida que, paralelamente, lo va haciendo la enfermedad, pudiendo alcanzar a cerca de un 70% a los 11 años de su seguimiento, agravados si aparecen también factores como el deterioro cognitivo y otras alteraciones motoras, Con lo cual se acelera el problema de la necesidad avanzada de la presencia de un cuidador a su lado, con objeto de que el paciente pueda tener un mínimo de seguridad en la calidad de su vida.

Según un estudio publicado en la Revista profesional Parkinsonish and Related Disordes, la corteza prefrontal está bastante implicada en la forma de andar que suelen tener los pacientes, dada la disminución de los recursos neurológicos que la enfermedad les provoca. Una anomalía que reduce su capacidad de movimiento que se traduce en tener un mayor riesgo de caídas.

Necesidades que genera la presencia de la EP
A las numerosas dificultades generales con que los especialistas de esta enfermedad se encuentran a la hora de abordar el tratamiento de un paciente, se une la falta de datos técnicos y estadísticas sobre la misma, así como el hecho de no haberse descubierto todavía ninguna forma de prevención, de ahí que la lucha contra ella resulte cada vez más grave y acuciante dado el régimen de vida que actualmente se lleva en todo el mundo que vive en una permanente carrera contra reloj, con lo que se dificulta el desarrollo de nuevas terapias, haciendo que el reto de la prevención esté aún lejano, por lo que la lucha contra la EP, por muchas razones, se ha convertido hoy en una auténtica lucha contra reloj al tratarse de la segunda enfermedad degenerativa en prevalencia.

Las cifras de la EP
Como ya se ha indicado, a nivel mundial la EP afecta a 6,3 millones de personas, calculándose que en España son ya más de 160.000 las que la padecen, de las cuales el 10% la sufren en un estado avanzado y que cada año se detectan 10.000 nuevos casos, de los cuales 1.500 son menores de 45 años.

Sus dificultades en España se reflejan esencialmente en estos significativos datos; su diagnóstico no se produce hasta un periodo de 1 a 5 años de análisis y después, un 19% de los posibles enfermos tarda otros cinco, o más, en recibir el esperado diagnóstico definitivo.

El gasto medio anual de cada paciente con EP se calcula que rebasa la cantidad de 17.000 euros, que representa una cifra total anual superior a los 2.550 millones de euros.

En España el SNS solo ofrece servicios de fisioterapia, transporte adaptado, logopedia y terapia ocupacional, que representa un 71,5 % del coste real asociado a los servicios que ofrecen las diferentes asociaciones de Parkinson, que se suelen hacer cargo, además, del 95% del coste de estos servicios y de los relacionados con la fisioterapia individual –que son, por lo regular, las terapias más utilizadas- 23 % los de fisioterapia y 19% los de logopedia, que representan un coste semanal de más de 600.000 euros.

Según datos facilitados por el Inserso y la FED (Federación Española del Parkinson) la edad media de los cuidadores de esta enfermedad suele ser 52 años, el 20% son mayores de 65 y el 83% son mujeres.
..Lola Granada

Opinión

Multimedia

Especiales

Atención primaria

Sanidad privada

iSanidadental

Anuario

Accede a iSanidad

Síguenos en