La microbiota intestinal toma protagonismo en la búsqueda de nuevos enfoques para el tratamiento del autismo

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El sistema gastrointestinal está considerado como el órgano inmunológico más importante y extenso del organismo humano por su enorme influencia en la actividad de otros órganos y sistemas. Esta interacción está todavía por explorar en el caso del eje formado por la microbiota intestinal (conjunto de microorganismos residentes en el intestino) y el celebro, pero las primeras investigaciones demuestran un enorme potencial para encontrar nuevas fórmulas más eficaces en el tratamiento de enfermedades como el Parkinson, la ansiedad, la depresión e, incluso, el autismo.

Un estudio, llevado a cabo por la Universidad de Ohio (EEUU), ha demostrado que existe beneficio en los síntomas del autismo en niños al reemplazar la microbiota habitual a través de un trasplante fecal, un procedimiento reservado hasta ahora para el tratamiento de infecciones graves por la bacteria C difficile. Este trabajo, publicado en la revista Microbiome en enero 2017, se centró en niños entre los 6 a 17 años con autismo a los que se les sometió a un trasplante fecal, mejorando sustancialmente tras al menos ocho semanas de seguimiento, tanto los síntomas relacionados con la alteración gastrointestinal como en los del comportamiento relacionado con el lenguaje, interacción social y conducta repetitiva, siendo menos hiperactivos, irritables y letárgicos, tal y como afirmó, James Adams, coautor de este trabajo.

Según el presidente de la Asociación de Microbiología y Salud (AMYS), el Dr. Ramón Cisterna, la explicación se esconde en las sustancias generadas por la microbiota implantada, como ácidos grasos de cadena corta, vitaminas y neuromediadores como serotonina, triptófano y GABA así como de una serie de toxinas e interacciones fagos bacterias que son capaces de mejorar profundamente los síntomas de los niños con una microbiota fecal renovada. Sin embargo, el doctor Cisterna advierte de que se necesitan más estudios controlados doble ciego y de placebo, ya que todavía no está aclarada la pauta: “Se trata de una iniciativa que permite cambiar la orientación en esta dolencia”.

En los últimos años, la relación entre neurociencia y microbiología se ha hecho más estrecha tras el descubrimiento de la enorme influencia de determinados tipos de microbiota en nuestro comportamiento. “No debe pasarse por alto esta posibilidad de corregir, mediante lo que algunos llaman psicomicrobioticos, algunas de estas alteraciones, sin olvidarnos del papel influyente que aporta la dieta en la composición de esta microbiota y sus posibles beneficios”, señala el presidente de la AMYS.

Hasta el momento, casi todas las evidencias de esta conexión cerebro-intestino provienen de la experimentación animal, principalmente en ratones, pudiendo establecer relación entre la microbiota intestinal y la aparición de cuadros como enfermedad de Parkinson o de otra naturaleza como ansiedad y depresión: “Existen varios estudios que encuentran, una relación positiva entre la administración de determinados componentes, como Bifidobacterium infantis, o Bifidobacterium longun, Lactobacillus helveticus, o distintas especies de Lactobacillus, y el control de la ansiedad o depresión. Por el contrario, también existe una relación negativa como la que se da con la administración de Campylobacter jejuni que conduce experimentalmente a una situación de ansiedad permanente, o la de Bacteroides asociada a depresión”.

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