Los wearables impulsan la medicina preventiva

El desarrollo de los wearables o dispositivos vestibles, como pulseras de actividad física (smartbands) y relojes inteligentes (smartwatches) está propiciando un nuevo modelo de medicina llamada de las 4 “p”, preventiva, personalizada, predictiva y participativa.

Un 15% de los consumidores estadounidenses y un 9% de europeos posee ya un wearable, según la última encuesta realizada por Kantar Worldpanel ComTech en diciembre pasado.

A través del control continuado de variables como la actividad física realizada, el pulso y el sueño, que monitorizan la mayoría de wearables, se puede disponer de patrones que ayuden a detectar de manera precoz los riesgos para la salud tanto de manera individual como colectiva. La información proporcionada con el análisis de las grandes cantidades de datos (Big Data) que proporcionan estos dispositivos es una herramienta valiosa para el propio paciente, que puede establecer hábitos de vida saludables adecuados a su condición. También para el profesional sanitario, que conoce, incluso en tiempo real, cómo se encuentra su paciente en cada momento, y no sólo cuando acude a la consulta. Para el gestor sanitario, si puede tener acceso a datos anonimizados de miles de pacientes, o usuarios sin más, proporciona claves de gran utilidad para destinar recursos. Y el investigador, por su parte, puede contar para sus investigaciones con una base mucho más amplia que cualquier ensayo clínico tradicional.

Los wearables, además, ahorran costes al sistema sanitario, público y privado. Una persona monitorizada a distancia las 24 horas por un programa que envía alertas a los profesionales sanitarios sufre por lo general menos urgencias y hospitalizaciones y tiene que acudir con menor frecuencia a consulta para controles.

Entonces, si todo son ventajas, ¿por qué no forman parte del sistema sanitario? Existen muchas razones pero la más importante es su coste. Una pulsera capaz de medir el pulso, las calorías y el sueño con adecuada precisión puede costar 80€. Si se pretenden mediciones más complejas, como glucosa, tensión, sudoración y hasta respiración, que permiten textiles inteligentes, el precio se puede al menos triplicar. Aun así es mucho más barato que la estancia en un hospital, la atención en urgencias o incluso un sobreuso de medicamentos que puede evitarse con la telemonitorización. No obstante, el sistema no está diseñado para invertir en prevención sino en tratamiento. Cada gerente hospitalario tiene un presupuesto para tratar la población que atiende pero no cuenta con ninguna cantidad para prevención.

En el caso de la sanidad privada ocurre lo mismo. Las aseguradoras pagan a los hospitales privados por asegurado que atienden pero no por los que dejan de acudir al centro.

Se trata de sistemas poco proclives al cambio debido a su complejidad pero tarde o temprano cambiarán a un modelo de atención continuada y no basado en actos médicos puntuales. Le obligarán a ello la posibilidad de ahorro a medio plazo y la presión de los usuarios, que no se conformarán con tener un wearable sino que demandarán que el sistema recoja sus mediciones y actúe.
..Carlos Mateos. COMSalud

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