El desfibrilador subcutáneo, un avance para pacientes con riesgo de muerte súbita

Un paciente de 45 años acaba de marcar un antes y  un después en el abordaje de las arritmias del Hospital La Milagrosa. Porque él ha sido el primero del centro en recibir un dispositivo, único en el mundo, que se coloca  junto al esternón, debajo de la piel, y que se conoce como desfibrilador subcutáneo. La trascendencia de este tipo de implante, llevado a cabo por los doctores Nicasio Pérez castellano y Julián Pérez-Villacastín, respecto a los tradicionales, es que para su inserción no precisa que los especialistas toquen el corazón, ni los vasos sanguíneos, lo que le convierte en una técnica con menos riesgos. Además, tampoco se necesita de la ayuda de rayos X durante el procedimiento para su colocación, lo que reduce la radiación y los riesgos asociados a ella.

El Dr. Julián Pérez Villacastín, responsable de la Unidad de Arritmias del Hospital de La Milagrosa, recuerda: “Más de 350.000 personas fallecen al año en Europa por muerte súbita cardíaca. Entre un 10%-20% de la población va a morir por su causa (una muerte no traumática que ocurre de forma brusca e inesperada), en la mayoría de los casos debido a una fibrilación ventricular. En España se producen más de 26.000 hospitalizaciones anuales relacionadas con arritmias cardiacas y, previsiblemente, esta cifra aumentará con el envejecimiento de la población”.

Los desfibriladores son aparatos que detectan las arritmias y las tratan mediante una descarga eléctrica que consigue recuperar el ritmo del corazón. Los convencionales constan de un generador de energía eléctrica que se coloca en el paciente bajo la clavícula, mediante una incisión lateral próxima a la axila. El generador está conectado a un cable que se introduce hasta el corazón a través de una vena. En caso de que el paciente que porta el desfibrilador sufra una arritmia, el dispositivo emite una descarga eléctrica que consigue restablecer el ritmo cardiaco, devolviéndole la frecuencia normal y evitando su muerte.

Si bien el funcionamiento es similar, el desfibrilador subcutáneo se implanta sin necesidad de usar el sistema vascular y no necesita acceder a las cámaras del corazón para monitorizar el ritmo cardiaco. Se trata de una técnica menos invasiva que la usada en los desfibriladores endovenosos convencionales y que reduce las complicaciones asociadas al procedimiento estándar”, explica Pérez-Villacastín.

Este revolucionario dispositivo tiene un tamaño más pequeño, un aspecto importante ya que  mejora la comodidad del paciente y al mismo tiempo logra resultados estéticos óptimos, y cuenta con una batería de mayor longevidad, reduciendo la necesidad de su recambio cada 5 años, minimizando así la exposición del paciente a intervenciones quirúrgicas futuras, lo que supone un coste menor a medio-largo plazo”, apostilla el especialista de La Milagrosa.

Otra de las ventajas significativas, “es que cuenta con un sistema de monitorización remota extremadamente fácil de usar para los pacientes, lo que permite un mejor control, más seguridad y optimizar los recursos. Además, el desfibrilador subcutáneo es compatible con el sometimiento a pruebas de imagen como las resonancias magnéticas, lo que supone un importante avance para el diagnóstico de posibles enfermedades graves como, por ejemplo, cáncer, accidentes cerebro vasculares y otros trastornos neurológicos u ortopédicos”, insiste.

El dispositivo ofrece igual protección que los convencionales sin las complicaciones que puede originar el cable, ya que éste es el punto débil de cualquier sistema de desfibrilación. Con él se puede tratar a pacientes que presentan algún impedimento o desventaja para la terapia convencional, bien por no tener un acceso vascular apropiado o por alto riesgo de infección endovascular. Asimismo, en ocasiones está indicado para enfermos con otras patologías asociadas, como  pacientes  portadores de válvulas y prótesis cardíacas.

Cada vez se identifica mejor a los pacientes que tienen alto riesgo de muerte súbita. Son los que tienen una alteración en la estructura cardiaca, por ejemplo por infartos previos o poseen una predisposición genética. En los que no se puede prevenir que la fibrilación ventricular se desencadene, el mejor tratamiento posible es que, cuando ocurra, el desfibrilador implantable genere un choque eléctrico que restaure inmediatamente el ritmo normal del corazón”, recuerda el doctor Villacastín.

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