Publicado en El Confidencial Felicidad vive sola desde hace más de diez años, pero aún no se acostumbra. Cada mañana se levanta sobre las ocho, porque su sueño se ha ido reduciendo a medida que han crecido sus años. Se hace el desayuno y se toma sus pastillas con café mientras enciende la tele por primera vez en el día. Dormita hasta las 12 en el sofá, cuando se levanta a hacer la cama y pasa la mañana arreglando la casa. A veces se hace la comida, y otras, por no cocinar solo para uno, se compra algo en el bar de abajo. Las tardes transcurren viendo la telenovela, haciendo crucigramas y arreglando las plantas de su terraza en Lavapiés. Algunas, menos de las que le gustaría, queda con alguna amiga a tomar un café o dar una vuelta el rato que le permitan sus piernas de 74 años. La mayoría de sus amigos y familiares se le han ido muriendo: “Yo antes nunca me sentía sola, siempre tenía alguien para hacer cosas”, cuenta con un deje portugués de su Braganza natal, la que dejó con 19 años para casarse con un madrileño.