La recuperación del vínculo como fuente de bienestar

Esta semana me han ocurrido un par de sucesos que me han hecho poner la mirada en las relaciones sociales como fuente de bienestar o de malestar.

Resulta obvio que en nuestra relación con el entorno surge y se plasma ese mundo interior que a veces está en calma y otras veces, subyace un malestar oculto hasta que estalla delante de nosotros y no nos queda otra que mirarlo y prestarle atención. Las emociones, las grandes olvidadas en la medicina tradicional, tienen mucho que decir en nuestro estado de bienestar, especialmente son interesantes cuando son emociones incómodas que todos ocultamos sea como sea: los celos, la envidia, la pereza, la vanidad, el orgullo, la ira. Estas emociones que dejamos muchas veces en la sombra generan mucho malestar en nosotros y en nuestro entorno. Lo mejor de todo es que al despertarse y expresarse estas emociones dentro de mí, yo tengo la clave para sanarlas y transformarlas en otras emociones mucho más ecológicas para todo el mundo.

No quiero que mi reflexión parezca simplista, porque en el fondo es de una gran complejidad en su proceso, pero he llegado a la conclusión que cada uno de nosotros somos realmente responsables de nuestro bienestar y que este únicamente se conquista cuando hay un trabajo interior que explora, hace consciente y sana nuestro mundo emocional.

Pongamos algún ejemplo: ¿Por qué me despierta ira que mi pareja se vaya a hacer deporte al salir del trabajo mientras yo me voy a casa a hacer las tareas del hogar? ¿Realmente puede darme rabia que mi pareja quiera conservarse sana? Si analizamos mejor esa rabia o esa ira y preguntamos “¿qué necesidad no estás cubriendo en ti que te hace enfadarte tanto?”, el malestar por arte de magia desaparece, dejo de proyectar en el otro mi rabia y tomo consciencia que me enfado por no darme aquello que yo necesito: un espacio de tiempo para mí, el poder ir yo también a hacer deporte o sea cuál sea esa necesidad. ¿Qué sucede cuando nos hacemos conscientes de esas emociones incómodas, las nombramos y buscamos la necesidad que no estamos cubriendo en nosotros? ¿Cómo nos sentimos cuando la cubrimos? Automáticamente el malestar desaparece y dejamos de proyectarlo en el entorno.

Otro ejemplo donde nuestra mala gestión emocional se proyecta en lo social. Imaginaos en este caso a una persona perfeccionista, muy trabajadora, con un alto nivel de auto-exigencia, con dificultad en delegar y con poca capacidad para reconocer sus límites. ¿Qué le hace trabajar como una mula sobrepasando sus límites constantemente? ¿El querer demostrar siempre lo competente que es o su nivel de perfeccionismo?. Realmente esta manera de relacionarse con el mundo es muy estresante, ha de ser la pareja perfecta, el mejor profesional, la persona más buena y servicial, y eso genera mucho malestar en la persona y en los demás, porque en el fondo hay un sentimiento interno de “víctima” que va anotando toda la deuda que el entorno le debe y el día menos pensando “sale con toda la lista de lo que yo hago por ti”. En este caso ¿qué necesidad no hay cubierta? El auto-cuidado, la auto-estima, el ocuparse de ella misma en la misma medida que lo hace con los demás. Cuando empieza a hacerlo de manera habitual deja de buscar fuera la aprobación o las adulaciones de los demás.

Siento que el ser humano, en estas sociedades modernas, hemos perdido esa capacidad de crear un vínculo fuerte y sólido con nosotros mismos y eso nos debilita, porque nos lleva a vivir desde la inseguridad, desde el miedo, desde la pérdida de confianza en nosotros mismos.

Pero ¿cómo vamos a crear ese vínculo si nos pasamos la vida viviendo hacia fuera en el trabajo, en lo social, en la familia o en cualquier otro aspecto de nuestra vida? Buscamos la perfección, la estima de los demás, el éxito, los placeres, los últimos conocimientos, las posesiones materiales, queremos ser únicos desde esa actitud de “pobre de mí” y nos olvidamos de nosotros mismos, dejamos de dedicar parte de nuestro día a cultivar aquello que somos por conquistar constantemente el TENER.

Llegados a este punto os invito a observar lo que estamos compartiendo: cuando surja en vosotros  una emoción incómoda investigar qué necesidad esconde debajo que no estáis cubriendo y cubrirla, veréis como la relación con el mundo y con vosotros mismos mejora. Es un primer paso en la recuperación de ese vínculo, en la creación de esos lazos internos que se tejen y que nos dan consistencia, presencia y fuerza interna.

Considero tan importante cuidar nuestra alimentación, practicar deporte o funcionar acorde a nuestros biorritmos, como preciso es iniciar un camino de autoconocimiento si deseo que conquistar la salud como un nuevo talento. Mi visión de que el ser humano es la unión de lo biológico, lo psicológico, lo social y lo existencial, me lleva inevitablemente a considerar este aspecto como fuente de salud.

Quisiera terminar hoy nuestra conversación con la reflexión final de una breve historia que podéis leer en uno de mis libros favoritos “Martes con mi viejo profesor”. Este cuento nos inspira a responder  cada noche honestamente a estas tres preguntas para vivir al día siguiente con estado mayor de plenitud y bienestar; aquí os dejo con esta segunda reflexión.

  1. ¿Estás preparado para morir hoy?
  2. ¿Estás haciendo lo que tienes que hacer?
  3. ¿Estás siendo la persona que quieres ser?

Recuperemos el vínculo con nosotros mismos para poder acompañar y educar activamente en la salud a los que asistimos.
..Dra. Lourdes Tomás. lourdestomas

Opinión

Multimedia

Economía

Accede a iSanidad

Síguenos en