Cuando hablamos de liderazgos, en nuestra subjetividad, a todos nos evoca diferentes significados, aunque quizás la que más me gusta es la que tiene que ver con influir o inspirar. Me refiero a esa habilidad que es capaz de sacar una sonrisa e inspirar a un colaborador, también la que nos hace proyectar una imagen transformadora de la realidad en la mente de nuestro equipo, o también la que nos hace soñar en un mundo de expectativas y desarrollo cumplido.
Cuando hablamos de expectativas es difícil poder conjugar todas, porque entrañan aspiraciones personales, de colectivo profesional y a veces también de entorno cercano. Utilizando una visión gestora, pero sin alejarnos de los sentimientos, el liderazgo también es el responsable de hacer confluir todas las expectativas, consiguiendo un enfoque común en el que todos los participantes puedan encontrar su espacio, su desarrollo y también su motivación por conseguir la meta por la que se encuentran desempeñando su trabajo. Cuidar, curar, salvar vidas, ganar autonomía en las actividades básicas de la vida diaria, asegurar una muerte digna, mejorar la calidad de la vida, reducir el miedo o la ansiedad, disminuir el dolor. No pensemos por un momento en el sentido biomédico, sino que trascendamos hacia el significado humanístico de las mismas.
El liderazgo también es el responsable de hacer confluir todas las expectativas
En todo este conglomerado de profesionales, tampoco debemos obviar el tercer factor en la ecuación y no son otros que los mal denominados pacientes, yo prefiero hablar de ciudadanos o personas. Los mismos, con expectativas en cuanto a su trayectoria vital, pero además con sueños en la parte social o afectiva y con indudable incertidumbre en cuanto a su salud y enfermedad, al contacto con su profesional sanitario y a cómo se va a desarrollar su proceso. Personas preparadas para asumir un papel relevante en el manejo de su salud, listos para adquirir estrategias que los empoderen, aumenten sus autocuidados y a su vez transmitan ese conocimiento a otros ciudadanos. Y en situaciones de alta complejidad, donde se producen un sinfín de transiciones y movimientos y se borra la final línea que existe entre lo social y lo sanitario, es donde generalmente nos encontramos con ante los verdaderos retos.
Y yo me permito empatizar, por un momento, para acercarme a un planteamiento que podría cuestionarse si lo que estamos haciendo es lo que ellos esperan o quieren que hagamos. Si estamos alineados con sus necesidades y si somos capaces de prever y anticiparnos a lo que van a necesitar, visto el escenario demográfico y de cronicidad que viene. Una población estratificada con diferentes grados de complejidad y con la mayor parte de la asistencia centrada en la promoción y prevención, trasladando los cuidados al domicilio y empoderando al ciudadano en su salud. Transformando digitalmente los contactos y ganando permeabilidad, haciéndonos líquidos. Niveles asistenciales olvidados y en un recuerdo pasado.
Admito que, debido a mi sesgo gestor, ahora mismo me viene a la cabeza un DAFO y enseguida pienso en el análisis interno y el externo para conformar una matriz de debilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades. Y pienso, además, en las expectativas de un colectivo y otro, descubro los miedos/amenazas que unos y otros consideran y en las barreras que se levantan, provocando conflicto y desalineándonos de lo que esperan de nosotros los ciudadanos. Nos alejamos una vez más de lo que esperan de nosotros, sus confidentes, sus cuidadores, sus médicos o sus enfermeras.
El miedo provoca irracionalidad, ansiedad y respuestas inadecuadas para problemas a veces simples y concretos
El miedo provoca irracionalidad, ansiedad y respuestas inadecuadas para problemas a veces simples y concretos. Pero también la lejanía a la base es otro de los factores sobre los que a menudo tenemos que luchar los gestores para evitar desconectarnos de la realidad y, como consecuencia, volvernos más ineficaces. Esa lejanía a veces provoca distorsiones cognitivas, entendidas no en término patológico, las cuales nos hacen caer en creencias erróneas, que podemos mantener rígidamente y a veces de manera inflexible en un sentimiento de hacer lo absolutamente correcto. Nos hacen perseguir un perfeccionismo y unos objetivos en muchas veces inalcanzables. Y cuando los objetivos inalcanzables no se consiguen, viene la frustración, el conflicto, las emociones negativas y el amigo o compañero se puede volver hasta el enemigo.
Observo múltiples etiquetas o la sobregeneralización en toda la discusión sobre la prescripción enfermera. Observo irracionalidad. Veo como nos alejamos, cuando más nos tenemos que acercar, pero de manera recíproca. Observo como un cambio de timón es necesario, donde olvidar prejuicios, observar el entorno, ver las necesidades, planificar un futuro y cargarlo de evidencia y datos objetivos, que ya los hay. Rebajar los objetivos y encontrar un gran acuerdo, que satisfaga a todos, ahora mismo es lo más importante para avanzar y poder empezar a diseñar otras cosas, como un futuro sistema sanitario diferente.
El futuro no es mañana, el futuro ya lo tenemos hoy porque ha llegado para quedarse
El futuro no es mañana, el futuro ya lo tenemos hoy porque ha llegado para quedarse. Innumerables profesiones van a cambiar y las competencias de las que permanezcan posiblemente se van a modificar, porque la realidad siempre se impone por la vía de los hechos. Como propósito me sigo poniendo continuar preguntando a profesionales base y a los ciudadanos acerca de lo qué necesitan para trabajar mejor, sentirse protegidos y plenos y darse respuesta mutua de la mejor manera posible. Construir juntos, alinear esfuerzos y dar más valor en lugar de restar.
Mi deseo es este. No considero que sea demasiado ambicioso, me gusta soñar.
..Carlos Peña Laguna