El premio Nobel de Medicina 2017 fue para los estadounidenses Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young. Y es que la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Estocolmo entregó el galardón a este trio de investigadores por “sus descubrimientos de los mecanismos moleculares que controlan el ritmo circadiano”, tal y como recoge un comunicado de la prestigiosa institución sueca.
“Sus descubrimientos explican cómo las plantas, los animales y los seres humanos adaptan su ritmo biológico para que se sincronice con las revoluciones de la Tierra“, dijo la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska sobre el premio de 9 millones de coronas suecas (943.784 euros). Hall, Rosbash y Young cogen de esta forma el testigo del japonés Yoshinori Ohsumi que, el año pasado era reconocido con el Premio Nobel de Medicina “por sus descubrimientos en la autofagia”, un procedimiento para degradar y reciclar componentes celulares.
¿Cómo adaptan las plantas, animales y humanos sus ritmos biológicos a los movimientos de la Tierra?, y es que, por decirlo de alguna manera, esta fue la pregunta que marcó la línea de investigación de este trío estadounidense, cuando en la década de los años 80 del siglo pasado conseguían darla respuesta.
Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young, “relojeros” que descubrieron el funcionamiento de nuestro reloj biológico interno
Para ello emplearon como modelo la mosca de la fruta. “Han mostrado que este gen codifica una proteína que se acumula durante la noche y se degrada durante el día”, indica el comunicado. Sí vale el símil, estos “relojeros” descubrieron el funcionamiento de nuestro reloj biológico interno. “Nuestro reloj interno adapta nuestra fisiología a las fases radicalmente diferentes del día; el reloj regula funciones críticas, como el comportamiento, los niveles hormonales, el sueño, la temperatura corporal y el metabolismo”, explican desde el Instituto Karolinska.
Nuestro estado bienestar se ve afectado cuando se produce un desajuste temporal entre nuestro entorno externo, lo que nos rodea, y nuestro reloj biológico interno. Como mejor ejemplo el tan temido “jet lag” que padece nuestro cuerpo cuando viajamos y atravesamos varios meridianos.
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